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Sexo y sexos

En el mundo de Peerión los seres dominantes eran los Peeruinos, unos seres que durante siglos habían basado sus superioridad en el alcance de los deseos físicos, espírituales y mentales. Era así que los peeruinos hacían a su antojo con el resto de especies y razas animales, vegetales y ptiunos, imponiendo su voluntad sin tapujos, despreciando y subyugando al resto del planeta sobredimensionando individual y aceptadamente todos los egos del diccionario: Egolatria, egocentrismo y egoismo eran sinónimos de exito y despreciando completamente lo ajeno.
 Pero para alcanzar el estado de jerarcas, en su mundo, les fué evolutivamente impuesto el desarrollo instintivo de cierto tipo de sentimiento de colectivo. Un sentimiento fundamentalmente enraizado en el amor incondicional a lo semejante, que les había garantizado las ventajas propias que en otros mundos garantizaban otras características más generosas, a saber: Sentido común, piedad o simple altruismo.
En el devenir de la última era del planeta, aquella que pertenecía a nuestros amigos, la situación había ido degenerando en una suerte de divergencia abismal entre dos géneros. Resultado de una lucha brutal entre los dos aspectos innatos que con mayor fuerza habían desarrollado estos habitantes del sistema solar de eptión: amor y odio. 
Los individuos que se topaban con un ser del sexo opuesto amaban con pasión el cuerpo que complementaba su método natural de concepción, reconociéndolo cómo de su misma raza, gracias a lo cuál la reproducción continuaba. Los individuos que no contaban con este "Sentimiento" se veían sobrepasados por el desprecio hacía lo ajeno y, tras algún episodio de destrucción de su entorno, más o menos alargado en su miserable vida, solían sucumbir sin haber dado descendencia. Esto garantizaba la supervivencia de sujetos que sexualmente aceptaban un cierto grado semejanza a sus emparejamientos.
Sin embargo, las diferencias sútiles, existentes durante los primeros tiempos de la evolución peeruina, fueron suficientes para provocar el "odio" "natural" y "sano" necesario para dar sentido a una obsesión por buscar la pareja que más se distanciase de uno mismo, pués sus conciencias no les permitían odiar, pero odiaban, y amar, pero amaban, al mismo tiempo. Decantando la balanza al odio y provocando mayores diferencias, para no dañar el buen sentido propio de lo "justo" y "necesario", manteniendo un tenue hilo de "cariño", cuanto más tenue mayormente valorado entre los semejantes.
Los sexos estaban separados inexpugnablemente, tanto individual como colectivamente, y tenían peculiaridades propias. El portador de la descendencia peeruina después de la germinación de la estirpe era llamado hembra, y se consideraba al "macho" cómo responsable de la germinación.
Los machos eran considerablemente más fuertes físicamente y pronto adquirieron la jerarquía necesaria para aislar a cada individuo hembra de los demás, aprovechando las ventajas de imponerse como colectivo agrupado para esclavizar y disfrutar simultaneamente de sus subalternos opuestos.
Los siglos pasaron, con tál amor entre los machos que decidieron garantizar el acceso universal de al menos una hembra a cada uno de los prójimos, pero las hembras menos dotadas, en uno u otro aspecto, daban a luz individuos hembra débiles que acababan desapareciendo del legado genético.
Los machos, en su autocomplacencia, garantizaban la supervivencia de los suyos, fuese cuál fuesen sus carencias.
Llegó un momento en el cuál si se tomaba a una hembra cualquiera y a un macho cualquiera era evidente quien estaba mejor dotado, haciendo tambalear la tradicional jerarquía ancestral, pero la hembra aislada cómo estaba, a lo largo de generaciones, había ido perdiendo el placer de lo semejante y contaba por tanto con la separación dentro de su grupo "natural", por lo que se mantuvo, en situación de "igualdad" durante el último periodo de supremacía machista. También perdieron algo del primitivo desprecio inicial de la raza, ya que hubieron de sobrevivir bajo el yugo y los carácteres mas marcados sucumbieron, en esa situación, al confrontamiento o al suicidio.
Pero ahora, señores, hemos de atenernos a la realidad de la actualidad: Las peeruinas carecen del odio primigenio de su estirpe, tienen amor y, sobre todo, están empezando a despertar a la conciencia telepática que las une en el universo. Solicitamos, por todo ello, que se considere su aceptación dentro del orden galactico, que se las apoye desde su propio sistema solar para desarrollar su propio lugar de estar dentro de la confederación. Gracias.