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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Reto lobo


Unos dicen que la culpa la tuvo mi abuela Gloria; que en lugar de reunirse con la familia en las fechas señaladas, en la casa que nos es propia, en lo alto de la colina, alejada del pueblo; se quedaba en el villorrio argumentando que le gustaba verle la cara a la gente; otros en cambio achacan las consecuencias al bisabuelo Pablo, que le consentía las escapadas vanagloriándose de que Gloria tenía un instinto más desarrollado que los demás, que era genuinamente lo que tenía que ser y que la población de allá abajo tenía que saber amedrentarse ante su presencia. El caso es que no ocurrió nada... en la primera generación; mi madre era la pequeña, por eso la obligaron a casarse con Benito, que era de la familia pobre del otro lado del lago, una panda de salvajes que no tenían trato con humanos más que cada diez o veinte años, cuando la sequía atormentaba las poblaciones más lejanas. La familia de Benito estaba acostumbrada a las más extravagantes peculiaridades. Y no pasaba nada en la segunda generación, hasta que llegué yo, el último... Ahora cada vez que subimos a la colina, para nuestras fechas señaladas, se divierten tirándome palitos; cosas de la hibridación, aunque me sigue fascinando la luna no puedo resisitirme.

como Dios



Un océano casi paralizado, amarillo y crujiente se extiende al frente, una suerte de replicadas superficies de oro y ocre esperando el milagro de un pequeño toque; al fin, yo, creadora, decido obrar la suerte, será cómo incrementar el ritmo de las mareas, cómo acelerar de todo el mundo las olas. ¿Quién sabe que espíritus o que seres se verán afectados por mi juego demente? Mi bota dispuesta da el primer golpe y el excitante sonido se apodera de mi mente, le sigue un segundo de la compañera opuesta, un soplo de viento agita las hojas en la arboleda.

Niebla

Hoy hace un mundo de niebla, pero no es una niebla acostumbrada, es una niebla absurdamente contaminada, una humedad con aroma en boca a humo de incendio, una niebla que tiene el resabio del mal incienso.
Hoy hace un mundo sin pasado, sin futuro, con un presente humedamente acotado. Si este es el vapor de agua prefiero seguir fumando.

Rodrigo




Al través de los cristales de la habitación de Rodrigo se filtraban las agudos sonidos de las sirenas de las ambulancias; al través de las paredes los disparos de un videojuego que hacía tres meses tenía acorralados a los vecinos y, por el techo, un sillón vibrador amenazaba por dejar sin celulitis a todo el bloque.

Navegando sobre el mar de percepciones auditivas, Rodrigo, se embebía en la lectura apasionante de su nueva y deslumbrante adquisición, ese universo límpido y estructurado que componía el libro de programación dispuesto a hablar con él de tu a tu.

La carrera de Rodrigo era un sueño, lleno de mil promesas, ya bastante cuajada a sus trece años.

Por la informática, más exactamente los lenguajes de programación, las especificaciones hardware y la normativa, pasada y vigente, de multitud de ramas relacionadas, le habían dispensado de seguir con la extenuante aberración del sistema educativo vigente; Su padre había conseguido un permiso de trabajo especial para él y en el laboratorio donde desarrollaba sus funciones casi nadie podía prescindir de su rapidez para dar respuesta a las preguntas del día a día: era más rápido y preciso que internet, ya que las respuestas de la misma eran a menudo demasiado genéricas para el tipo de labor; Con Rodrigo se ahorraban horas de ardua e intensa búsqueda.

Él era feliz, sumamente feliz, pues le obsequiaban con montones y montones de pequeños universos ordenados y limpios. O casi.

El sonido de la batidora se agolpaba junto a los otros, en los pequeños tímpanos de Rodrigo, llegaba desde la cocina... Era insoportable. De pronto el Maelström de ondas acústicas amenazó la integridad de la lectura entre sus manos, del propio libro, de su alma, de su cuerpo. Rodrigo comenzó a sollozar primero, tantas veces le había pasado antes, después intentó gritar desde la vertiginosa cresta del océano encrespado y en el borde de la locura.... Asperger hizo su presencia.



Rodrigo habría tenido serias dificultades para comprender el texto anterior, por no decir que sería prácticamente imposible.



Quisiera hacer un experimento, trataré de meterme en la cabeza de Rodrigo, pero no soy Rodrigo, solamente sé que no comprende los dobles sentidos, las metáforas. Yo me lo imagino así:



El sonido de las sirenas de las ambulancias llega del parque, las ambulancias llevan gente muerta. El sonido de los videojuegos llega de los vecinos de al lado, se divierten apretando botones, no me gusta tocar botones, el sonido del sillón vibrador llega de arriba, la saliva tiembla cuando te sientas encima, no me gustan los sillones vibradores.

Tengo un libro nuevo, dice cosas nuevas, es más fácil leer un libro que tratar con gente a la que le gusta que le tiemble la saliva, no entiendo a la gente cuando aprieta botones. El libro es bonito, tiene palabras que no conozco, me gusta aprender, aprender es bueno.



En el colegio solo hacía tonterías, los niños se sentaban en los columpios e iban adelante y atrás, una y otra vez, eso marea, los profesores querían que estuviese sentado, incluso cuando me dolían las piernas, es más fácil levantarse cuando te duelen las piernas. Los profesores me decían que cuando veo una cara sonriente es bueno, cuando veo una cara con los labios fruncidos hacia abajo es malo, yo no lo entiendo, pudo poner los labios hacia arriba o hacia abajo, pero no lo entiendo.



En el laboratorio la gente sonríe cuando hago lo que me gusta, me dicen que yo soy bueno, y me regalan libros que me gustan, con nuevas palabras.



Ahora puedo ser bueno, voy a leer el libro...



Sirenas, videojuegos, sillón... Batidora. No puedo leer el libro.



La madre de Rodrigo para de inmediato la batidora, pero es difícil, el resto de los sonidos siguen llegando, las ambulancias pasan, da un toque en la pared de al lado... queda el sillón, pero Rodrigo parece poder salir del Maelström, parece llegar a flote después de la pesadilla, aconsejo leer el relato de Poe para quien no tenga la referencia, Rodrigo se calma al fin y comienza a leer de nuevo.



Parece extraño, fácil que se le vaya de las manos, y sin embargo, en el momento en el que retoma la lectura, creo, sinceramente, que todas las metáforas se quedan cortas ante sus ojos.

La manzana del recuerdo



-Abuela, me han contado una historia hoy en el colegio
-¿Qué historia es esa pequeña?
-La historia de Eva y la manzana ¿Es verdad?
-Pequeña ¿tan importante es que sea o no verdad? Tú mira tu corazón, Dios te habla allí dentro.
-Me voy con mamá al parque, adiós abuela.
"Ay pequeña... Si tu supieras. Mi primer beso fue a los tres años, Carlos acababa de comerse una guindilla, así supe que no todos los besos son dulces. La primera vez que me levantaron la falda hasta la pantorrilla tenía ocho, le solté una bofetada a Gregorio porque me dijo que Lorena tenía las piernas más bonitas. A los once le hacía carantoñas a Felipe, pero se fue con Lorena. A los doce quise saber como tenía las piernas Lorena, pero no me gustó. A los catorce me hice novia de Felipe... Creo que esta tarde voy a hacer compota de manzanas, así tendremos que desayunar para mañana.

Traspasado



- Hola. ¿Estás bien?
-Y si... Estaba navegando, recuerdo que estaba navegando
-Creo que ha sido culpa mia
-Pero esto es... ¿El final de un huerto de girasoles?
-Si, puse tu cuadro aquí, llevo semanas viniendo aquí para estar sola, pero últimamente soñaba con habitar tu lago y claro... tu estabas ahí.

Atravesado



El lugar de donde vengo casi nadie lo conoce, pocos hemos logrado sobrevivir y la mayoría de los que lo han hecho no lo han conseguido hacer sin pagar un precio. El infierno o el purgatorio están hechos para los muertos, los que se embarcaron con ese temido destino o se quedaron allí o perdieron la cordura. Aún así lucho, día tras día, con mi consciencia, convenciéndome de que, después de aquello, estoy efectivamente de regreso. El porqué acabamos allí, tan lejos de todos, es algo que habría que contar de manera individual, personalmente no puedo embarcarme en tal tarea sin aumentar el sufrimiento; quizás fuese el destino, me conformaré con eso. El alma humana, en el submundo, es testigo y objeto de mil delirantes torturas, la obscuridad comienza por vestirla, para empaparla después y añadirla a su propia y particular densidad viscosa. Pero algunas veces... algunas veces es posible escapar de ella; impermeabilizarse el alma, hacer una balsa con los sentimientos reales e imaginados y esperar a que la burbuja así formada le devuelva a la orilla. El camino de vuelta, es largo, triste y sombrío. Cuando uno se relaja y asoma en su esperanza, si aún se halla en aquellos territorios, sufrirá la furia de lo tenebroso en un torbellino que anegará lo poco que quede de su ser. Hay pues que esperar y esperar y seguir esperando, nadie sabe hasta cuando. Lo que si que sé es que, una vez pasada la frontera, al contacto con la realidad, todos esos sueños, todos esos sentimientos, impregnados, solidificados en la lucha... al tocar tierra, se quiebran. Toca mirar al frente entonces, ver otro sol, tocar otra música, vestir otras ropas. Saber lo que pasó está tan lejos de la mirada que sería como intentar atrapar, con las manos, las tierras del otro lado del océano desde la orilla contraria. Rezo para que esta orilla sea también la correcta.

lavandería



Siempre me he preguntado cual será la vida de las personas que transitan las lavanderías madrileñas. Algunas veces es obvio que son personas ocasionales que van con sus edredones y mantas, que no cogen en una lavadora normal de las que uno tiene en las casas. Otras me imagino lavadoras estropeadas, pisos compartidos con tantas personas que sin secadora a mano las cuerdas protocolarias amenazan con derrumbar las paredes con sus enganches. Pero de vez en cuando... Imagino ropa ...recogida de la basura, antes de pasar por el hogar. Manchas difíciles de sacar, desde el pintor al carnicero.
La historia de Sara es una historia peculiar. Sara es una veinteañera con tres niños, por la mañana se levanta a las seis, para prepararse ella y limpiar lo más gordo de la casa; después levanta su progenie y tras lavarlos, peinarlos, darles el desayuno, comprobar sus carteras, sortea tres o cuatro berrinches de los dos pequeños, aconseja al mayor, despierta al holgazan de su novio, que no quiere saber siquiera de su verdadero vastago, el menor de los tres y los dirige al colegio. Cuando los deja en la puerta siempre le asoma una lágrima, recuerda sus días de escuela, cuando el bulling aun no tenía nombre. Se sacude, coge el coche y se va a limpiar una casa, un portal, hace la comida y la plancha a una anciana, regresa y hace la comida propia de su familia. Se vá a por los niños, este año no le han dado comedor, habla con alguna otra madre, tratando de saber porqué el mediano está siempre triste, con alguna profesora tambien, porque el mayor no saca buenas notas. Regresa a casa, los sienta a la mesa y esperan al holgazan, que viene de buscar trabajo en el bar de la esquina. Hoy viene acompañado: "Este es Paco, su mujer está en el hospital, le he invitado a comer". Y regresa a los niños al colegio y hace otro portal y sale corriendo a por los pequeños de nuevo para volver a casa. Allí deja al holgazan al cargo de que hagan los deberes, sabe perfectamente que encenderán la televisión y jugarán un rato a indios y vaquero, pero no importa, hoy es viernes y los viernes ella se va a la lavandería y descansa: Son dos lavadoras, dos secadoras, las pone seguidas, una detrás de la otras, son sus dos horas de descanso semanal. Y allí sus ojos van viendo la vida pasar en sus giros, sin descanso, cada vez más rápido, o al menos eso le parece a ella y luego cada vez más lento. Cuando vuelva a casa sabe que tendrá que sentarlos a todos a hacer de verdad los deberes, al holgazán sentarle frente a las páginas de empleo de internet, los duchará a todos, hará la cena...

Silenciosos



Hace tiempo que le veo por el barrio. Todo empezó hace un par de años cuando me mudé: le encontré e...n la biblioteca, yo había ido por primera vez, huyendo de mi particular y solitaria jaula, sobre todo porque entre las rejas se filtraban musicas de metalyca y no se podía leer allí; allé estaba, un hombre corriente, ni fornido ni imponente, ni se le podía llamar guapo ni se le podía adjudicar un harén, pero era dulce y sólido en su abstracción. Me dejó intrigada, me pregunté que clase de persona sería. Al día siguiente volví a la misma biblioteca, unicamente para comprobar que allí no se podía leer, pues los chavales del barrio, aprovechando la poca seriedad del personal, se dedicaban a juguetear con móviles y a comer palomitas; antes de irme miré a mi alrededor, él no estaba. ¡Intenté quedarme en casa! pero después de una aterradora semana de Ramnsteim salí aterrorizada en busca de una cafetería donde poder descansar mi alma sobre un pedacito de la historia interminable. Entre en una, la primera, y comencé a leer; cuando vino la camarera levanté la vista he hice mi pedido, justo en la mesa de enfrente estaba él, al poco rato se levantó y se fué, unos ancianos estaban jugando al dominó, ya sé que parece extraño, pero es cierto, jugaban al dominó. Al día siguiente volví, los ancianos seguían allí, era imposible leer. Traté de poner algo de música en mi casa, creo que puse algo de Vangelis, pero contratacaron con extremo duro. Renuncié, salí a pasear y me fuí directa al parque. Allí volví a encontrarle, otra vez con su librito. Me puse a leer, cada vez más intrigada por el destino del personaje... de dos personajes en realidad. Llevaba unas diez páginas leidas cuando vi que el de la realidad se levantaba de su banco y se iba, dos perros se peleaban, levanté la vista y observé que todo el parque estaba en realidad lleno de caca de perro, no dice mucho a favor de los vecinos la verdad. Y fueron pasando así los meses, las músicas, los libros... una vez dejé de verle, en realidad poco me extraña, me iba a casa de una amiga, que tambien lee mucho y nos poníamos el ventilador para conseguir ruido blanco que amortiguase los ruidos de la vida cotidiana. Hasta hace cuatro meses, entonces le volví a encontrar, iba yo a comprar al mercado cuando me fijé en una lavandería, allí leyendo... No me decidí enseguida, tardé como cosa de un mes, estaba con los límites del conocimiento humano de Bertrand Russell y no lo pillaba, de vez en cuando en casa de mi amiga se escuchaba una canica del piso de arriba; total que me mudé a la lavandería. Me fijé que él nunca lleva ropa que lavar, no importa, yo tampoco, ni mi amiga, ni su cuñada, ni el vecino del quinto... Somos silenciosos, no queremos romper la magia.

El mar



Aún recuerdo cuando a los ocho años nos invitaron por vez primera a ver el mar. Recuerdo las horas de automóvil, la pesadez del aire en el reducido espacio, el amontonamiento de las maletas, a mi lado, en el asiento, la sed, las ganas de ir a orinar, las paradas en las gasolineras. Recuerdo la riña entre mis padres y la escéptica angustia que lo envolvía todo. Y cuando no podía más, cuando mis gritos comenzaban a irritar mi garganta que se empeñaba en no dejarlos salir... El mar. El coche abandonado a su suerte y... El mar. Ese azul omnipresente frente a mi mirada, no sentir más que la vista de su espuma y el arrullo de su oleaje. Descalzarme y, acercándome con respeto, sentir como la sal que bajo mis pies se escapaba, haciéndome cosquillas, se agarraba a mi piel y me cerraba los párpados. Recuerdo haber pasado la eternidad mientras me hundía en la línea de la playa, atesorando los tenues embates de una brisa blanca que me traspasaba; un segundo de más y todo, y yo, sería el mar.
Tres años después volvimos a regresar a ese destino que, dicen, es universal. Esta vez con dos nuevos visitantes que no habían tenido la oportunidad de verlo nunca antes, mi bisabuela y mi hermano de tres años de edad. De nuevo el coche, las maletas, más aún, las paradas, las gasolineras. Mi angustia era ahora expectativa y, aunque el ambiente era igualmente sofocante, se hacía mucho más llevadero. Cuando mi bisabuela lo vio, cerró los ojos, volteó su cuerpo y nunca más quiso volver a tenerlo enfrente. Mi hermano corriendo quiso agarrar su primera ola, sin descalzarse siquiera, pero aquella se escapó de sus manitas, y en un alarde de azul traicionero mareó sus pocas experiencias dando de bruces contra la arena.
Los veranos de los años de pubertad vinieron bañados en sensuales vaivenes, que obnubilaban mis sentidos, con criaturas tales como los erizos y estrellas de mar, pulpos, algas y medusas. Universos de finas costras blancas en los recovecos de las carcomidas piedras.
Si me preguntan, no existe la existencia allá en el mar, tan solamente existe el vaivén dulce de sus aguas en calma, o el vaivén áspero de las algas contra las piernas, cuando se hace más agitado y amenaza con dejar de susurrar, cuando exclama, exclama con algo que excede toda fuerza vital y entonces si que no existe nada más que su sal.
Uno puede elegir no verlo, cerrar los ojos y escucharlo allá lo más lejos que quiera. Uno no puede elegir poseerlo, sus juegos exceden nuestros pequeños egos. Uno puede dejarse asomar por allí, hacerse el encontradizo y, mientras lo adora, dejar que le lama a uno las heridas y rezar para que lo deje, algún día, al mundo normal regresar.
Hace mucho que no veo el mar.