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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Responsabilidad

-Es lo que tiene el fantasma de la muerte. A muchos nos asusta quedarnos solos, antes o después. Pero seguimos adelante, tenemos que seguir adelante ¿Verdad? Si tenemos esa sombra siempre encima, podemos olvidarnos de vivir cada día, caer en la desidia. Me han contado que incluso hay algunos que llegan a olvidarse de buscar la comida para cada jornada. Es importante creer en algo, pero cada sol tiene su precio, no creo que sea bueno llegar a olvidarlo. Quizás encuentre a algunos que crean que soy muy dura. Creo que debo de serlo, todos dependemos de todos, de una forma u otra y debemos pensar en ello.

 -Seguro que hay algo esperandonos al otro lado, con un nombre o con otro, tal vez algunos de nuestros allegados, pero debemos vivir aqui. Y por eso quiero que lo tengas seguro, extiende el brazo, esto es un si a la responsabilidad de la vida.

 _Martina inoculó la dosis en el brazo de la pequeña de doce años, nadie sabía a ciencia cierta si sería placebo o la substancia tan apreciada que estaban probando, pero era importante darle la oportunidad de vencer el ebola, tenía aun cuatro hermanos pequeños._

Redireccionamiento

Alguien debería habilitar la autocorrección vital, por muy mala que fuese evitaría que alguien me saltase un ojo con el paraguas al ir a por el pan.

tristeza movil

¡Quién tuviese el poder táctil de android, a la hora de revisar los mensajes de correo, para borrarme las penas del alma en la pantalla de mis malos recuerdos!

El viaje

A través de un cielo anaranjado de incipiente amanecer, una avioneta sobrevolaba el contraste de verde vivo de las cercanías de stonehenge, alguna nubecilla intensamente rojiza salpicaba el espacio que saliendo de la obscuridad se teñía de azúl celeste. Dentro un matrimonio celebraba sus bodas de coral.
Él, piloto por aficción, había planeado el viaje, nunca mejor dicho, dispuesto a recuperar el tiempo perdido en los de negocios. Ella, una rubia eterna, había accedido a pesar de saber que la distancia ,impuesta a lo largo de los años, requería más conversación, para llevar a cabo la reconstrucción de la familia, que romanticismo. Las hijas, de veinte y diecinueve, hábilmente encauzadas en un viaje vacacional programado para aprender chino, no llamarían hasta la una del mediodía.
-Es increíble-Comentaba él - Mira que precioso, a través de los siglos sigue sintiéndose la magia en este lugar.
-Si cariño- Comentaba Claudia- Pero sigo diciéndote que me encuentro algo cansada, me gustaría regresar al hotel.
-¡Pero si acaba de comenzar el día! Relájate, seguro que consigo que te lo pases bien, aunque me cueste.
-Cariño, estoy mareada, por favor, no sigas.
-Llevas toda la semana quejándote, parece que quisieras boicotear nuestra luna de coral.
-No creo que tengas derecho a decirme eso. ¡Simplemente estoy mareada!
-¿No puedes aprovechar el tiempo en disfrutar y volver a ser una familia unida?
-¿Familia unida? ¿Disfrutar? Llevo una semana intentando hablar contigo y no con un boletín de una agencia de turismo. Discúlpame si tengo algo más en la cabeza que un montón de piedras tiradas por algún tarado, en circulitos, hace ni se sabe cuantos milenios.
-¡Algún tarado! ¡Empiezo a convencerme de quien es la tarada aquí!
-¡Yo tarada! ¡Mira, si me hicieses algo de caso a mi, en mis bodas de coral, en vez de a las piedrecitas y tu afán estético...!
-Afán estético, eso es lo que me une a ti.
-¡Pero serás desgraciado! ¡Tu hija mayor abortó el año pasado y tú todavía no te has enterado!
-¿Qué?¿Cómo no me has dicho ...? Dios... Creo que tendrás que ponerte el casco teleacción de emergencia...
-¡Pero tú no tienes tiempo para hablar, prefieres llevarme a ver cositas!
-Claudia, por favor... El casco... Me duele el pecho.
-Martín... Martin..
Claudia comprendió entonces que había traspuesto la línea. Acertó a ponerse el casco y a pulsar el botón de llamada de emergencia.
-Socorro, socorro, ayuda ¿Me escuchan?
-Si la escuchamos, díganos.
-Mi marido, el piloto, está inconsciente, no sé pilotar la avioneta.
-Tranquila, relájese, estamos recibiendo su mapa de actividad neuronal a través del casco de teleacción, en unos instantes el ordenador de la base tomará control de su cuerpo y aterrizará la avioneta, solo tiene que ponérselo fácil relajándose.
Claudia trató de relajarse, aunque no era fácil, seguramente le acababa de provocar un infarto a su marido, pero tenía que conseguir dejar la mente en blanco, así funcionaba aquello según los programas que veía en la pantalla de su comedor, allí en Barcelona. Que lejos quedaba en aquél momento Barcelona.
Poco a poco, comenzó a sentir un hormigueo en la punta de los dedos, y el ordenador de la base consiguió hacerse con el control de su cuerpo en apenas treinta segundos. Claudia quedaba como espectadora, sintiendo como se movían sus brazos operando en la maquina voladora tal si llevase años de práctica. Cada pocos instantes sus ojos hacían por observar al que era su marido, tumbado, a su lado, pero consiguió sobreponerse a tener pensamientos propios a fuerza de voluntad. Y la avioneta aterrizó.
-Señora, señora. ¿Nos escucha?
-Si, acabamos de tomar tierra. Gracias ¿Podrían enviarnos ayuda por favor? Creo que mi marido a tenido un ataque al corazón ¡Por favor ayúdennos!
-Tranquilicese, señora, no se quite el casco todavía, acabamos de introducirle una aplicación de primeros auxilios al ordenador, es posible que estos primeros instantes, cruciales, puedan tener asistencia. Procure tener la mente tan en blanco como en el aterrizaje ¿De acuerdo?
-De acuerdo. Estoy lista.
El ordenador de la base siguió tomando posesión de Claudia mientras comprobaba el pulso, miraba las pupilas de Martín y comprobaba cuantos parámetros era posible. Tras terminar dio un pitido sonoro.
-Señora, Claudia ¿Verdad?
-Si soy yo. ¿Lo he hecho bien? Creo que me he despistado al tomarle el pulso. Tiene pulso.
-Si escúcheme, irán ahí a atenderles en persona en breve, no se muevan. Su marido parece estar bien. Todo parece indicar que ha sufrido un desmayo por un ataque de pánico. Se pondrá bien.
Claudia miró enojada al Martín ausente. Los dedos de sus manos se crisparon y lo abofeteó una y otra vez con bastante fuerza.
-Claudia, Claudia. Para- Acertó a decir Martín.- Para. ¿Qué ha pasado?
-Estamos bien, desgraciado. Ya seguiré contigo en el hotel. Ahora nos toca esperar al equipo de paramédicos, en cuanto te tomes el tranxilium que pienso exigirles que te den te seguiré abofeteando.
Y con estas palabras llenándole aún la boca le encajó el beso más potente, largo y apasionado que Martin hubiese recibido nunca.