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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

La abuela



Joroba estos dos, están a repartir una castaña. Que si te lo cuento, tener no tienen un chavo, se tienen el uno al otro eso si, a ver lo que les dura. Si mi Manolo levantase la cabeza... Si es que no tienen casa, y el chaval está mu majo, todo hay que decirlo. Si no fuese por la edad que tengo... Si es que esta Marujita se trae de cada maromo. Claro, con esto de que ya no hace falta casarse... Pués se lleva lo bueno de la vida y lo malo lo esquiva. Que envidia, yo a su edad andaba cambiandole los pañales a su tia, y los de su madre hacía años que habían empezado la escuela. Y esos vicios, que yo tenía que esconderme para dar dos caladas. Humm, aunque no sé, eso de que el tabaco lo ponga ella... Eso no trae nada bueno, en mis tiempos los frutos de mi trabajo se quedaban patentemente a mi lado y lo mio era mio y lo de mi marido tambien. Pero ahora... Pobre chiquilla, trabajando fuera pa invitar a este a fumar tabaco, ni niños ni na. Cuando llegue a mis años lo mismo se queda sola, pero sola de verdad. Si no fuese por la edad que tengo se lo demostraba, le guiñaba el ojo al tipo este y me lo llevaba a dar una vuelta. Seguro que al volver Maruja se daba cuenta y dejaba de poner las perras.

-Abuela, ¿Que tal está al sol?

- Ay hija mia, si yo tuviese tus años, pero sabiendo lo que se claro.

El ciclo

Quiero comenzar hoy con ustedes, si me lo permiten, un nuevo ciclo; un ciclo, donde; en esas horas fronterizas que separan la cotidianeidad de esos otros mundos arcanos, siempre en contra del imperio del deber, de lo marcado, de lo absoluto;  podamos reconciliarnos con el alma de esa parte irrenunciable nuestra, de ese rio incauzable, al menos por el momento, y esperemos que por mucho tiempo, donde la imaginación juega un papel tan destacado; tanto, que casi podríamos afirmar que se convierte en la protagonista, potencial arma reveladora, de nuestra lucha por extender el conocimiento del misterio.
Y digo que deseo que no podamos descartar por mucho tiempo esa rebeldía, ese afán de pedirle más al universo, esa curiosidad, si quieren ustedes llamarle, porque creo que gracias a ella, desde su llamado, la humanidad ha logrado grandes avances; pero también porque es en ella dónde nos hacemos grandes, dónde el ser humano se extiende, dónde nos atrevemos a dar los pasos, los saltos. ¿Cuántos pasos o cuantos saltos no se habrán dado, o cuantos se estarán dando ahora mismo? pero más aún ¿Cuantos más estarán en ese por venir que nos aguarda? ¿En qué radica su importancia?
El misterio, ese halo que envuelve lo desconocido, ese halo que a veces marca prohibición en muchos, cautela en la mayoría, el enigma, que alberga bajo su propia niebla, ese algo que apenas podemos atisbar, a veces se rinde, a la profundidad de las conjeturas de aquellos que luchan por dispersar esa substancia espesa que rodea lo escondido, para alumbrar, aunque sea débilmente, lo oculto.
Desde un naufragio a la persona de Jhon Derek no son años, décadas ni siglos sino un par de milenios los que tuvieron que sucederse para que la idea del mecanismo de una asombrosa máquina volviese a verse en unos ojos humanos. Se trata de la máquina de Anticitera.
De los conceptos que a ella subyacen uno, el de predecir el futuro, astronómico en nuestros días y astrológico seguramente en los días de su menesterosa  fabricación, dota al individuo de un poder, tanto más fuerte contra menor sea la erudición de quienes le rodean, que seguramente haya procurado la subsistencia e incluso la supremacía, en muchas ocasiones, de individuos y familias a lo largo de la estirpe humana.
La máquina en sí, un artefacto basado en engranajes, encontrado en el mar Egeo, tuvo que ser concebida por una gran mente. Una máquina lo suficientemente compleja, según algunos expertos, que hay que esperar hasta el pasado siglo veinte, con la evolución del arte relojero,  para encontrar objetos tan sofisticados y compactos con los que poder hacer equiparación factible.
No es sin embargo marcando las lunas, los soles, los periodos e incluso los colores de los eclipses, ¡Si, esto es posible!, que seguramente sea la trascendencia con mayúsculas de su ser, con lo que llama mi atención; es con la historia de su redescubrimiento con lo que la magia me llama a rellenar estas líneas.
Hizo falta la implementación de una máquina especial de rayos x y su traslado al lugar dónde descansan las frágiles piezas para poder asegurar el número de sus dientes, metálicos, precisos, hasta la elíptica de la luna. Hizo falta la aplicación de una máquina fotográfica capaz de aunar las sombras de lo indescifrable a simple vista para poder leer las señas de su utilidad. Hizo falta la carrera de un ingeniero para poder reproducir mecanismos tan insondables.
Y sin embargo… La figura de Jhon Derek, la personalidad que imagino redescubriendo la cuenta de todos los tiempos con su enorme intuición, es la que más marca me deja. La figura que imagino leyendo ¿Quién sabe qué libros, que palabras había en su espíritu? En el momento justo, en los instantes que preceden a la inspiración, que preceden a la elucubración de la solución del problema que nos atañe. Porque… ¿Qué sería de nosotros si no aprendiésemos a leer del pasado?
Acaso pensamos que lo presente, lo inmediato, tiene valor absoluto, lo cercano, lo practico… Pero ¿Qué tenía ese hombre en la cabeza que lo conectó, incluso antes de las certezas, ineludibles, a la creación de aquél otro tan remoto en el tiempo?

Tiempo, ese bien preciado, sencillo y complejo de utilizar para la comunicación del misterio.

En el nombre del cactus

Hace algunos años, en una casita soleada en los límites de Getafe, vivía una pareja de enamorados. Paco aventajaba a Pedro en edad, tan solo un par de años, pero eso le hacía tener la posición predominante; él era el que con tán sólo 26 años llevaba la carga económica al recién fundado hogar. Por las mañanas, a eso de las cinco de la madrugada, se levantaba, se duchaba, desayunaba y , tras vestirse, se iba directo al trabajo en la fábrica, a colocarle las fundas originales a los móviles. Pedro, por su parte se quedaba dormido hasta buena parte del mediodia. Cuando se conectaban en internet con sus aparatitos 4 g, Paco, siempre procuraba olvidar todo lo malo del dia; Por eso apenas le salían las palabras, y cuando le salía alguna, siempre era tosca y mal agarrada, asi que la tecnología no les servía de mucho; Pero después, corría a casa, a tiempo para llegar justo cuando Pedro comenzaba a cuidar de las plantas. Pedro, comenzó teniendo clavellines, pero se le quemaban, después intentó tener enredaderas, pero más de lo mismo. Ni la hiedra crecía en aquella amplia terraza a pesar de sus esfuerzos, y Paco siempre mirándole, quieto, inmovilizado, tratando de olvidar su dura jornada, frente al televisor durante horas, un día tras otro, sin apenas salir siquiera a tomar una cerveza. Las cosas llegaron hasta tal punto que Pedro comenzó a sentirse muy solo, comenzó a despertarse por las mañanas a la misma hora que su compañero, pero tán sólo para llorar, y cuando este volvía seguia llorando. Paco le trajo dos fundas de movil a Pedro, tenían dibujitos de cactus; Pedro cogió la idea al vuelo, comenzó con una de aquellas plantitas, luego media docena, la docena entera... En fin, la terraza entera llena de cactus, de diversas formas, tamaños, especies. Y Paco con su sonrisa forzada y tan parco en palabras como siempre. Pasado un año, Paco quiso cambiarle a Pedro la funda pero él se negó. Comenzó a cultivar una especie nueva de cactus, de color verde azulado, redonditos, con gajos casi como los de las naranjas, y con unas florecitas como rosa pálido se los había regalado la vecina del cuarto. Aquél se pilló tál mosqueo que pisoteó toda la nueva especie, no pasaron ni tres horas cuando comenzó a dormir con unas fuertes pesadillas: soñaba que estaba en el desierto y que Pablo venía a regarle, si, a regarle... y él se había convertido en un cactus. Pedro se preocupaba por él y le entendía, era la unica persona que había y le entendía atrapado en la forma del cactus, le consolaba y trataba con fidelidad... Cuando despertó en el hospital, allí estaba él, llorando sobre la cabecera de su cama. "Has tenido una crisis nerviosa, hemos tenido que sedarte, necesitas un cambio de aires" Le dijo un médico con bata blanca y estereoscopio, como los de antes. En cuanto le dieron el alta, Pedro donó todos los cactus al jardín Botánico, Paco dejó el trabajo en la fábrica y se fuerón los dos de vacaciones a los Pirineos a coger aire fresco y energía. La iban a necesitar para buscar una nueva vida.

La bestia

-¡Ya viene! ¡Ya viene! ¡Corred, corred todas!
-¡No puede ser! ¡Otra vez no! ¡Apenas nos ha dado tiempo a recomponer los senderos, a marcar los hitos de los caminos hacia las verduras!
-¡Corred! ¡Corred todas! ¡Viene tan certeramente hacia aquí que todas podemos sentir a la bestia en el temblor del suelo! ¡Corred por vuestras vidas y sed prudentes y quedaos en casa las que podais!
-La bestia ruge tan fuerte que nuestros techos tiemblan sobre los retoños
-La bestia desmorona el orden ancestral de las estaciones y hace que torrentes de agua se desborden sobre la puerta de casa y que el viento se huracane hasta borrarnos de la superficie de la tierra.
-La bestia no tiene piedad y pone en peligro la supervivencia de las más ávidas guerreras.
Maria del Mar, en el patio de su casa, ignorando el lenguaje mismo de las advertencias, se encontraba desenroscando su cuerda preferida de saltar a la comba.
Cómo cada día, a estas mismas horas, se proponía batir sus propios records.
-Me la ato en una muñeca, me la ato a la otra... Ya está, y ahora a saltar...
-Uno, dos, tres...
Mientras tanto en el interior se podía sentir el temblor de cada sonido:
(UUUuunnnooo.. PLum. DDDOOOOoosss...Plum....TREeeesss PLum).
Las hormigas aterrorizadas no se atrevían a salir, solamente una superviviente había sido capaz de volver al hormiguero para poder contar cómo había sido lanzada hasta la pared que había tras las tomateras.