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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

pizzabots

El despertador de Almudena subió a su cama y le lamió la cara, cómo era su costumbre, Almudena, cogió la réplica de hueso y la lanzó por la puerta abierta de su habitación, hacia el pasillo; el despertador cogió el hueso y se quedó en la puerta, observando la efectividad de su labor; si Almudena volvía a dormirse, el despertador repetiría la acción en unos diez minutos; hoy no era uno de esos días, hoy había dormido bien, la labor inquisitiva del despertador no era necesaria, como tampoco eran necesarios el par de toques en la cabeza del despertador que acostumbraba a dispensarle cuando no requería de sus servicios, pero tras ponerse las zapatillas de andar por casa se los proporcionó. Era una forma de hacer un gesto por el medio ambiente, le gustaba tenerlos, de así el despertador salía del modo espera, se dirigía a la puerta, se sentaba, introducía su cola en el cargador de corriente continua y no volvía a ponerse en marcha hasta el día siguiente.

Almudena se dirigió a la cocina, puso la tostadora en marcha y se preparó un café con leche de cabra. Hacía dos décadas que había dejado de beber leche de vaca, una suerte de mal olor, que sólo ella podía captar, le había prevenido de los estadísticos síntomas que la población en general comenzaba a padecer con relación a la ingesta comparativa. Hace dos décadas habría sido un golpe de suerte, pero hoy en día suponía un puntaje nada desdeñable en la atribución de méritos genéticos: Un puntaje de 100 supondría la dispensación de nicotina por ejemplo, uno de 200 un acceso a documentación necesaria para estudiar y subir en la pirámide laboral... La posesión de genes tan raros y extraordinariamente eficaces, para una percepción que procuraba tantos beneficios en la salud, le otorgaba 2000 puntos. Con 2000 puntos uno salía del grupo medio de individuos aceptables, (aquellos a los que se les procuraba una vida de trabajo sin dejar de trabajar), uno entraba en el estimado grupo de altamente deseables; se abrían las puertas del ocio, siempre se podía seguir trabajando, pero solamente si se deseaba; la documentación a la que uno quisiese tener acceso se mostraba claramente estratificada, el sistema tenía en cuenta los gustos y la información era proporcionada a la rapidez de asimilación que uno quisiese mostrar con cada tema en particular. Además de gozar del doble de participaciones en los sorteos de procreación anuales, se le administraba alimentación apta para procrear de forma natural y se fomentaba, con puntaje acumulativo, que uno dispensara a su progenie natural la educación que gustase. Ni que decir tiene que los clubs de altamente deseables eran una autentica gozada, lugares donde uno podía relacionarse, de verdad, con todo tipo de individuos, con destrezas cautivadoramente atrayentes o fascinantemente curiosas; pero raramente llegaba a tener encuentros íntimos con sus miembros. En realidad no le atraía mucho tener hijos naturales, aunque tampoco descartaba la posibilidad de encontrar a alguien especial que le hiciese cambiar de idea. Por ese lado perdía la posibilidad de ganar puntaje, pero siempre pensaba que el hecho de estar en posesión de otros 500 puntos por ser ambiope sin padecer complicaciones oftalmológicas lo compensaba. Por eso seguía apuntada en la lista de seguimiento génico, se sentía afortunada con los resultados, aunque el sueño de volar a Isla Tradicional seguía estando radicalmente fuera de sus posibilidades. ¿Pero a quién le interesaba poder probar leche de vaca tradicional para saber si sabía igual de mal que la que se dispensaba al resto de la población? A ella... Seguiría soñando con tener un perro natural.

Y soñando seguía mientras se dirigía a la ducha, se preguntaba si sería acertada una visita a las salas de úteros artificiales. Se sonreía a si misma con las ideas que le venían a la mente sobre aquellos tiempos en los que las mujeres se sentían intranquilas con respecto a su implantación genérica. No es que la historia fuese una de sus grandes aficciones, pero la noche anterior había estado indagando sobre el tema. Obviamente se había demostrado ampliamente que el tener dos parejas de X en el genoma producía ventajas nada desdeñables en las características de los individuos dentro de la sociedad, pero no siempre fue tan obvio y mientras se duchaba pensaba en aquella Gran Dama Eugenia de Catrata que defendió los úteros artificiales y la críeducación profesionalizada sin tener nada seguro que algo tan fundamental como el hecho de ser mujer se perpetuaría en el tiempo como una característica deseable. 

Mientras se secaba las tímidas gotitas que quedaban sobre su cuerpo, su mente, cambió de tema, acordándose entonces de los tiempos en los que se impuso la corriente alterna como medio de transmisión de la electricidad. 

Se vistió y llamó a una amiga.

-Desiré

El equipo de realidad aumentada puso en marcha la solicitud.

-Acepto Almudena- respondió su amiga plantandose en mitad del salón.

-Hola cielo ¿Que tal estás?

-Estoy de los nervios Almu, tengo un miedo terrible, cada vez que oigo el ascensor pienso que va a ser uno de esos pizzabots pirados.

-¿Pizzabots pirados?

-¿No te has enterado?

-Pues no...

-No estoy presentable, estoy de los nervios, están en el barrio, hace dos horas escuché un grito en la calle, seguro que ha sido uno de ellos. ¡Por el amor de Dios no salgas a la calle! ¡Tenemos privilegios de puntaje: las puertas se abrirían! ¡Tienen que cambiar el sistema! ¡Dios! No, no estoy presentable. Mira Almu, tu lee el periodico de hoy, respira, pon la criabot en modo médico por si te da un ataque de ansiedad y dentro de cuatro o cinco horas si quieres me vuelves a llamar. Si te sientes mal llama a otro. Yo... ¡No puedo ayudar! Cuelgo Almudena.

Y la comunicación quedó cortada dejando a Almudena seriamente preocupada.

No es que Desiré hubiese destacado nunca por su estabilidad emocional, pero su amiga se veía seriamente desbordada. Estaba bien que la hubiese avisado de que no debía salir a la calle, pero más que preguntarse el porqué no debía hacerlo se preguntaba porqué teniendo esto claro seguía tan claramente perturbada; no había nada que temer dentro de una casa ¿O si?

Almudena acudió a la impresora, hacía al menos una semana que no leía ningún diario. Le echó un vistazo a la noticia de portada: "Un Radical se inmola en una pizzería al grito de: "Quiero volver a Isla Tradicional"".

Curiosamente las pizzas parecían estar causando muchos problemas ultimamente. Encendió la impresora e introdujo el periodico reescribible en la misma: Era el método más rápido para obtener noticias de última hora. Más rápido que el servicio de noticias de la realidad aumentada, que, a veces, suprimía las connotaciones más aventuradas. El papel salió recién reimpreso y cuando lo cogió aún estaba templado; en primera plana aparecía:

"Pizzabots enloquecidos

Van cuatro víctimas mortales y cinco heridos en la última hora, los servicios nacionales de robótica están tratando de desactivar los pizzabots del municipio.

Al parecer la primera víctima se ha producido a las 6:45 cuando un empleado de diseño fotográfico se proponía tomar un tranquilo desayuno antes de acudir a su puesto de trabajo: Un pizzabot, del modelo AE276, de la pizzería Tain, situada en el 67 de la calle Ortiz, le seccionó parte de la yema del dedo meñique con su cuchillo. La víctima no reportó el incidente de inmediato por solicitar asistencia sanitaria..."

Almudena no podía creerlo: ¡Un pizzabot que mata personas! En ese mismo momento escuchó el ascensor que se ponía en marcha en la escalera.

"...al parecer este lapso de tiempo dio lugar a que la parte del dedo meñique seccionada fuese dispensada, por el mismo pizzabot, como parte del producto destinado a "prueba del día" a una pequeña de seis años, quién marcó con un "me encanta" el producto dispensado..."

La puerta del ascensor correspondiente a su planta sonó mientras se abría.- "No puede ser un pizzabot loco, será algún vecino". - Pensaba la mujer, pero el caso es que quedándose involuntariamente  paralizada y a la escucha no se escuchaba ningún sonido de llaves ni ninguna puerta abriendose o cerrándose. Al cabo de un minuto de silencio recobró las fuerzas para seguir leyendo:

"...Otros cuatro pizzabots del municipio captaron en red la aprobación del nuevo ingrediente, procediendo sin demora a su integración en el producto. Por los datos de que disponemos en estos momentos al menos tres pizzabots de los cuatro dispusieron de aprobación humana. Aunque parezca increible les dio tiempo a cocinar pizzas con carne humana antes de que llegasen los reportes al servicio..."

-Aghh. - Exclamó Almudena para su pesar.

Casi de inmediato algo se movió en el rellano.

-"Dios, no puede ser. No, me estoy poniendo nerviosa eso es todo..."

"...Según todos los indicios la poca afluencia de comensales en estas primeras horas del día han sido el factor propicio para que la falta de información produjese las primeras ingestas..."

-PUM- Un fuerte golpe en la puerta de su casa sobresaltó el corazón de Almudena.

-"¡No, no puede ser! ¡Será una coincidencia!"

-PUM.

-¡Auxilio!

-Servicios de emergencia. Mantenga la calma, en breves instantes la realidad aumentada le mostrará ayuda humana en su domicilio.

-¡Auxilio!

-Hola ¿Que sucede?

-¡Creo que tengo un pizzabot loco en mi casa!

-Mantenga la calma ¿Está el pizzabot en su domicilio? ¿En qué habitáculo se encuentra? No lo veo.

-¡En la puerta! ¡Está golpeando la puerta!

-Tranquila señora. ¡Chicos, el que nos falta! ¡Bloquead servicios domóticos en esta dirección!

-¡Dios! ¡Dios!...

-Tranquilicese, mandamos ayuda humana presencial de inmediato, no se preocupe por el pizzabot, acabamos de interferir todas las señales de servicios domóticos en su dirección. Ya ha pasado todo.

 "... las aprobaciones humanas del ingrediente adicional provocaron una "segunda oleada" en la que los pizzabots, antes de que cundiese el pánico, consiguieron herir mortalmente a cuatro personas. La considerada "primera oleada" se produjo hace una semana, cuando, tras la inmolación de un Radical un pedazo de carne se introdujo en varias porciones de pizzas ya servidas. Los cerebros de los pizzabots, programados para descartar una lista de ingredientes (entre los que se encontraba carne humana y substancias potencialmente tóxicas), consiguieron deshacerse de todas las porciones contaminadas. Todas menos una, que fue ingerida y aprobada. Los cerebros de los pizzabots, que también están concebidos para aprender, observaron durante esta semana el progreso de la persona que había realizado la ingesta. Al no percibir daños en su salud...  Se está estudiando la responsabilidad de la agencia de alimentación en los sucesos, ya que al bajar el nivel de aceptabilidad... al forzar a los pizzabots a aprovechar el seguimiento de las substancias accidentales introducidas... También se considera seriamente la responsabilidad de los últimos programadores..."

- ¡Señora!

-¿Si?

-Ya estamos aquí, no se preocupe. Ya ha pasado el peligro.

-No... no puedo verles bien.

-Tranquila, es un ataque de ansiedad.

Tres meses después Almudena estaba completamente recuperada. O casi. A decir verdad tenía dos secuelas, aunque ninguna era grave. La primera fué que a partir del incidente su ambiopia se transformó, a partir de aquellos sucesos necesitó usar gafas para ver de lejos, aunque tan solo tenía una dioptría. Aquello supuso la pérdida de sus 500 puntos, pero la administración decidió dotarla de 1000 por daños y perjuicios. También le dieron un billete para pasar una semana de vacaciones en Isla Tradicional... a lo que ella preguntó abiertamente si tenían pizza allí. Nunca, jamás volvió a comer pizza.

Velocidad









Madrid se discurre de noche en un atardecer eterno: sin luna y sin forzar la vista, (desde cualquier ventana que de a un patio donde los haya), puedes ver a los murciélagos, hábiles cazadores, y sus requiebros. Hacen virar sus cuerpos en el aire, adelante, atrás, de lado, en un baile que sus homólogos aéreos del día no pueden imitar. El cielo, cuando está cubierto de nubes, se muestra en tonos anaranjados e infernales, recordándonos que la estatua del Angel Caído está cerca, muy cerca de nosotros.

Las gasolineras del extrarradio derraman su luz azul y blanquecina, recostando sus cierres sobre el asfalto sediento de cualquier verano; sus ventanillas (lugares indómitos dónde la economía no tiene resuello) prometen fácil acceso a gasolinas, tentempies intempestivos, bebidas y prensa por el precio ampliamente aceptado de sus bostezantes recados, hombros resignados y ojos dolidos. 

La vigilia no cesa de engullirnos, unos detrás de otros; atrayéndonos voraz, vertiginosamente trasnochada, cada vez más cerca de esa línea quimérica que separa lo real de lo imposible.

Un grupo de muchachas ríen sus primeras salidas, se acercan a la gasolinera y piden una botella grande de agua; el carmín es morado y la negrura del rimel se ha deslizado oscureciendo su mirada; una ha bebido y su risa es escarlata; otra ha ligado, y desde sus francesitas azules, desde las que parece descalza, hasta su cabello amarillo ondea sueños locos llenos de doradas esperanzas; la tercera llega tarde y esconde de los cigarros las marcas; pagan, vuelven a casa, un coche las espera en marcha, el hermano mayor de una de ellas es el chofer silencioso de sus frágiles manos atoradas. 

Un coche rojo espera el semáforo al otro lado de la calzada; la música clásica se desliza por la ranura de sus cristales, las ventanillas apenas un par de centímetros bajadas. Dentro una pareja; él informático, con dinero, con éxito, tratando de comenzar una vida estable; ella jovial y risueña, estudiando la carrera y sintiéndose princesa; vienen de una cena; solamente una nube: el cuñado de él le ha tirado los trastos, ella sabe que no llegará jamás el agua al río, pero no puede negarse que no ha sentido frío; la sonrisa de él tiene el calor de los abrazos vacíos.

El semáforo se pone en verde, y en verde, al ponerse en marcha, un mosquito vuela, consigue volar, desde el capó, hasta una verde enredadera.

Una habitación aislada, un cúmulo de lágrimas desbordándose con las luces de la terraza, sollozos de cajera insomne, cuyos oídos siguen escuchando los pitidos de las cajas; el hambre de su soledad le acecha y le atenaza. 

La edad avanzada de un hombre escucha dos pisos arriba, sueña con los ojos abiertos que se transforma en héroe, que deja de esperar y actúa, que le toca la lotería y soluciona los problemas de toda su familia, que se trasladan al lado rico, que deja de oír sollozos, que consigue plantar lechugas. Su mujer le llama desde la cama, mañana tienen que acudir al médico, mañana.

A tres o cuatro manzanas se escucha la sirena de una ambulancia, dentro llevan a un esquizofrénico con taquicardias, un sanitario le acompaña; el conductor habla con el manos libres, está concertando una cita para cuando acabe su jornada; le estará esperando un pollo asado con patatas en la casa de su amiga, a la que conoce desde hace dos semanas. 

Una casa afortunada, tipo chalet y adosada, con garaje y dos entradas. Dentro una mujer con su herencia enquistada, tuvo que perder a sus padres para regresar a la vivienda, trata de venderla, pero no hay manera. Su carrera es lo primero, es mujer y cirujana, ayer ya perdió su último paciente, pero trata de mantener la calma, calcula la sal para la salsa.

La motocicleta de Miguel va a setenta kilómetros, a estas horas no hay nadie que le estorbe y puede repartir sus paquetes por cualquier zona de Madrid rápidamente, le gustan estos chalets, tal vez algún día… De repente se le cruza una limousina rosa, ha estado cerca, las que están dentro están locas.

En la limusina Rosa medio ahogada piensa: “dentro de tres horas Rodrigo tiene colegio, no sé cómo voy a llevarle”

Una golondrina se lanza en picado, mostrando las proezas de su vuelo, hasta el límite, para demostrar lo cerca que puede llegar del terreno, forzando hasta el estupor sus virajes en el último momento; una vez tras otra, ante el estupor de nuestros anhelos; de repente algo más vira: ha roto el punto del no retorno; justo ante nuestros ojos: ha ido demasiado lejos, sabiéndolo ha tratado de salvar la vida, ha volteado y parecería que el aterrizaje ha sido exitoso; pero sus alas no pueden alzarse de nuevo, golpean contra la acera, son demasiado largas para permitir que vuelva al cielo. Un niño lo sabe, se acerca, la recoge con sus manos, la eleva lanzándola hacia lo eterno, y la golondrina vuela, puede volver a su mundo aéreo; sin embargo ha sido demasiado tarde, todas las suyas la repudian, el motivo, más que acertado: huele a humano, no tiene remedio.

inviu

Eran los tiempos en que las estrellas hablaban y la luna contaba fábulas sobre los principios del universo, donde el aire y los vientos insuflaban las fuerzas de los espíritus en el ánimo de los hombres y cada ser inventaba su nombre cantandoselo al corazón de los invius. 

Los invius, raza grande, aún contaba con pocos miembros; demostraban su valía con el contar de sus años y se enorgullecían en la veneración a sus ancianos, a los que, siempre, dejaban el mejor lugar al derredor de sus hogueras.

Las piedras les decían donde colocar sus campamentos y las aguas cuando debían recogerlos y buscar otras tierras, cogían los frutos de los árboles y, aunque gustaban de la caza, preferían la pesca. Se encontraban casi siempre cerca del océano, al que consideraban casi como un padre, severo, fuerte, muchas veces austero, pero siempre cercano y proporcionando alimento.

El clan inviu de la estrella azul contaba con casi 100 individuos, hacía cinco años que no se habían encontrado con otros seres humanos, pero la costa les había sido grata y los nacimientos desde el último encuentro habían sido numerosos.

La estrella polar marcaba el rumbo, Jupiter y la estrella vespertina eran propicios, los ancianos instaban a los jóvenes a explorar en busca de posibles parejas, con las que aumentar su número, pues el alimento sobraba y el sol seguía su rumbo templando las aguas.

Y el encuentro llegó, tres jóvenes encontraron un pequeño grupo, apenas cinco exploradores de otro clan inviu. Les agasajaron con frutas, agua dulce recogida en cuencos de coco, vestidos dorados y cantos de bienvenida. Celebraron fiestas y los ancianos hicieron su trabajo proclamando juegos donde las distintas habilidades de sus jóvenes se ponían de manifiesto. Las carreras y demostraciones de fuerza fueron notables, también la capacidad de aguantar sin respirar bajo el agua; pero lo más importante eran los relatos del recuerdo de las costumbres, cantados, dulcemente, alrededor de las ascuas de los maderos ardientes, en el centro del campamento.

Los exploradores, tres chicas y dos chicos, conocieron a los jóvenes del clan y los jóvenes del clan conocieron a los exploradores que venían de lejos. Se acordaron matrimonios y se celebraron nupcias, y dos parejas se quedaron con ellos y tres parejas emprendieron el camino de vuelta con el clan antes ajeno.

Los cánticos de celebración pudieron con las lágrimas de la separación y el anciano supremo dió su bendición y explicó a los más pequeños, que habían perdido una hermana y dos hermanos, que la vida era así, dura, agridulce, pero que una pizca de sal aumentaría, bajo los auspicios del sol de la mañana, la grandeza de su pueblo. 

Ganaron pués la alegría de dos integrantes nuevos, un nuevo hermano y una nueva hermana, de cabellos del color del cobre y ojos marrones una y negros el otro, y aunque pareciese que las cuentas no salieron, pronto, en el transcurso de apenas un año, fueron a venir al mundo dos nuevos retoños.

Las tiendas de las futuras madres estaban preparadas, una frente a la otra, cerca de la tienda del anciano supremo, era raro que los dos embarazos fueran tan parejos; las futuras madres habían sido atendidas en estas mismas tiendas durante las ultimas dos semanas, alimentadas por el resto, para evitarles esfuerzos. Era estación de lluvias y esta estaba siendo especialmente templada; en el día, una suave brisa les había acompañado y en la noche las reservas de leña no estaban excaseando.
Mientras el anciano supremo cantaba, dulcemente, los relatos del recuerdo de las costumbres, al calor del fuego, para deleite de los más pequeños y en presencia de casi todo el clan inviu, un grito de alegría vino a quebrar la noche y de la tienda de la primera madre vino una de las dos ancianas que tenían su atención, para reclamar ayuda en aquella noche del nuevo alumbramiento; todas las jovenes mujeres se dispusieron gozosas para prodigar cuidados, y fue entonces, cuando, de la otra tienda, un segundo grito se unió al primero bajo aquella enorme luna llena.

Dos pequeños vinieron bajo aquellos signos, un niño y una niña; la niña de ojos negros, de piel tostada; de piel tostada y ojos negros el niño; ambos bien proporcionados y rollizos; pero el niño tenía una extraña marca, una marca desde el nacimiento del cabello hasta el puente de la nariz, piel blanca como la leche en forma de estrella alargada de cuatro puntas.

El anciano supremo los observó y con una amplia sonrisa les dio su bendición y su nombre, Gunnia él, Honna ella; se organizaron festines durante toda la semana siguiente, se prepararon camas de pétalos de flores y se bailó y se tocó música. Todo era alegría.

Un día siguió al otro, una luna llena pasó y todos los invius regresaron a sus labores. A las lunas les siguieron dos años, y a los dos años tres. Las familias les inculcaron el respeto a los mayores y a las canciones del anciano supremo, el anciano supremo les cantó las canciones primeras, las de la obediencia, las de los peligros, las del descanso e inició las del pensamiento. Encontraron otros clanes y los que ayer oyeron hoy bailaron. Llegó el tiempo de entrenarles y se les designaron tutores, los considerados mejores para cada tarea. Los llegados después de ellos aún no estaban preparados.

Fue el tutor de pesca el que vio las primeras diferencias del pequeño marcado, tratando de enseñarles a ambos el arte del nado. Les mostró primero como era el suyo, después, en el agua, sujetándoles por el vientre les conminó a imitarle y fue corrigiéndoles; el final del entrenamiento consistía en dejarles practicar libremente, sujetos a una roca saliente, en un lugar dónde el agua no les alcanzaba el cuello.

-Quiero que practiquéis hasta el mediodía.-Les dijo.-No quiero que practiquéis menos porque no aprenderíais, no quiero que practiquéis más porque os cansaríais.

La pequeña Honna practicó y practicó, disfrutaba con cada movimiento de sus piernas, aún sujeta a las rocas; cerca del mediodía había logrado flotar en varios instantes.

-Gunnia- Dijo ella- Deberíamos irnos ya, el tutor nos dijo que descansáramos y la comida debe estar esperándonos.

-Ve tu, yo quiero seguir entrenando.

Honna se quedó asombrada, pués tenía en la mente los relatos del recuerdo de las costumbres y sabía que la obediencia era una virtud sagrada en el corazón de su pueblo; pero no quiso insistir, tan sólo salió del agua y espero un poco; siguió esperando otro poco, viendo cómo Gunnia agitaba sus piernas sin descanso; tenía hambre, pero no quería dejarle solo.

El mediodía estaba bastante pasado cuando el tutor se acercó a verlos.

-Honna ¿Donde está Gunnia?
-Está aquí, aún en el agua.
-Gunnia. Te dije que no practicases más allá del mediodía, la comida está esperándote.
-Quiero seguir practicando tutor. La comida puede esperar.
-Está bien-dijo el adulto- Honna, vete con los demás, están esperándote para comer. Yo me quedaré aquí con Gunnia.- Y Honna se fué al calor de la hoguera.

Cuando llegó le sirvieron pescado asado y verduras, les pidió perdón a los demás por haber tardado, les contó que Gunnia no había acatado las normas del tutor,  que no quiso dejarle solo y por eso se había quedado. Su madre asintió y sonrió, pudo ver una mirada de verguenza en la cara de la madre de Gunnia y se arrepintió de no haber adornado un poco la realidad, el anciano supremo, al verla, le mostró su gozo, se acercó a ella y le preguntó:

-¿Te sentiste bien siguiendo las órdenes del tutor?

-Si anciano, me parecieron justas y proporcionadas

-Tú no eres igual que Gunnia, Gunnia no escucha con los mismos oídos los relatos del recuerdo de las costumbres. Me siento orgulloso de tí, ahora mírame a los ojos y dime si crees lo que te digo.

-Si anciano, veo que de verdad siente orgullo por mi.

-Bien pequeña.- Y acariciándole la cabeza la dejó comer a su lado.

La tarde iba avanzando y el anciano mandó a Honna y algunos jóvenes a coger frutas y bayas. Cuando Honna volvió Gunnia seguía allá lejos, con el tutor, en el agua.

-Honna.-Ordenó el anciano- Excoge tu misma las mejores frutas y las mejores bayas, déjalas a la sombra en la tienda y vuelve al verde con los otros, coge las leñas que te parezcan más olorosas, no traigas muchas, solamente las mejores.- Y Honna obedeció.

Honna estuvo recogiendo leña, yendo y viniendo una y otra vez con pequeños atillos del tamaño de su cuerpo, cuando el anciano vio que era suficiente le mandó parar y le dejó jugar. Gunnia aún no había regresado.

Faltaba poco para el atardecer cuando el anciano supremo vio la figura del tutor y la de Gunnia acercarse.- ¡Honna! Trae la mejor fruta y las mejores bayas, acerca la leña que has escogido y ayuda a preparar la comida de Gunnia.

Gunnia fué agasajado con pescado asado y verduras igual que Honna, pero además de ser mayor la cantidad, pués no había comido, el anciano le indicó con la mirada que ella le ofreciese los frutos de la tarde.

Aquella era una experiencia dificil de olvidar, Gunnia recibió más agasajos materiales que ella, pero los ancianos y el tutor se mostraban distantes con él y su madre miraba al suelo con las mejillas enrojecidas. Solamente el anciano supremo mostraba algo de condescendencia con Gunnia que parecía contento de  haber recibido aquella fruta y de disfrutar del aroma de la madera quemada.

-Tienes mi respeto Gunnia. -Declaró el anciano supremo- Honna, muestrale tu también el tuyo.

Y Honna le mostró su respeto, el respeto que tenía por el anciano supremo y la confianza en la sabiduría de su mirada.

Aquella noche Honna pensó y pensó, pensó que el calor de sus gentes era más importante que la fruta que ella había recogido, pensó que donde había encontrado aquella fruta habría más y que Gunnia no había recibido tanto como ella. Se sintió satisfecha consigo misma y consideró que Gunnia no había obrado sabiamente, pero también recordó al anciano: "Tienes mi respeto Gunnia. Honna, muestrale tu también el tuyo." Y Honna decidió respetar a ambos, al anciano supremo y a Gunnia, porque el anciano así se lo había pedido.

El día siguiente era día de pesca y todos los invius se acercaron a la orilla, incluidos los que aún eran bebés y los que contaban con dos o tres años. Sacarían sus barquichuelas al mar, todo lo que pudiesen adentrarse sin correr peligro y hecharían sus redes al agua. Los de menor edad, incluidos Honna y Gunnia se quedarían en la orilla, alimentando con maíz cocido a los espíritus de la pesca. Solamente quedarían fuera del agua cinco adultos, dos con ellos, y el anciano supremo y dos mujeres en el campamento, una de ellas, Vina, con embarazo avanzado y la otra, Jiku, atendiendo sus necesidades.

En la orilla, los pequeños lanzaban puñados y puñados de maíz mientras los dos adultos cantaban las canciones del mar. Entre las canciones del mar estaban las canciones del peligro del mar y una de ellas hablaba del peligro de andar por orillas que no conociesen; decían los relatos del recuerdo que a veces uno caminaba sin que el agua llegase más allá de las rodillas y sin embargo, al dar un paso, el agua le cubría la cabeza; Honna conocía bien aquellas canciones, pero no pudo evitar lo que pasó.

La alegría era casi completa cuando del campamento escucharon un grito de gozo, los adultos se voltearon, también Honna y otros, y vieron a Jiku corriendo hacia la orilla, pidiendo ayuda, pués el destino quería que Vina diese a luz en aquel momento.

-¡Honna! ¡Gunnia! ¡Llevad a todos al campamento, seguidnos!- Ordenó uno de los adultos que estaban con ellos, que cogiendo a los bebes fueron a prisa hacia allí. Y Honna y Gunnia comenzaron a mandar a todos tras ellos.

Pero el destino también quiso que Tunni, al acercarse a través del agua, más pequeña que ellos, tropezase con una de aquellas hondonadas.

Honna vió como la cabeza de Tunni desaparecía bajo el mar, apenas tuvo tiempo de verla, junto a ella estaba Gunnia que también pudo verlo. La reacción de Gunnia fue casi inmediata, pero le dio tiempo a pensar que ella no sabía nadar; gritó, y gritando se dirigió al campamento, solamente se volteó una vez y fue para ver a Gunnia adentrarse a por Tunni. "No puede ser, él tampoco sabe nadar" Pero siguió corriendo y gritando.

Los adultos oyeron a Honna y uno de ellos volvió corriendo con ella a la orilla.

-¡Están ahí! ¡Los dos: Tunni y Gunnia!

Al ras del agua podía verse un brazo chapoteando, era de Gunnia, que luchába contra sí mismo para terminar de aprender la lección. Sorprendentemente consiguió hacer pie y, mientras se erguía, pudieron ver como sacaba a Tunni cogida del brazo. Gunnia consiguió sacarla pero apenas lo hizo se derrumbó aún en la orilla del mar.

El adulto llegó justo en ese momento, Honna miraba asombrada, sacó a ambos hasta la arena y consiguió que expulsasen el agua que habían tragado.

-¡Honna! ¡Ve al campamento y aviva el fuego, prepara mantas! ¡Corre!

Y Honna corriendo fue al campamento, hechó leña al fuego y sin parar de correr reunío mantas cerca del mismo. El anciano supremo observaba sentado en la puerta de su tienda.

Tunni y Gunnia agradecierón las mantas y el calor del fuego, el adulto terminó de reunir a los más pequeños, aún tenían la sal en la boca cuando Jiku llevó al recién nacido a los brazos del anciano; Honna pudo ver con júbilo la cara del nuevo inviu y, mientras lo miraba, vió también la mirada de orgullo que le dirigía el anciano supremo.

-Hoy tenemos un héroe.-dijo- Cuando vuelvan los demás Gunnia tendrá celebraciones. Mientras descansará en mi tienda. ¡Honna! Debes ir a por flores y cuando termines deberás preparar pescado, Jiku te enseñará. - Y Honna obedeció radiante. Ahora entendía con el corazón el respeto del anciano.

El tiempo volvió a pasar, como pasa la arena entre los dedos de las manos, y las muestras del valor de Gunnia fueron grandes y numerosas, Honna seguía aprendiendo y obedeciendo y el respeto hacia Gunnia se convirtió en admiración. Los exploradores salieron y volvieron con nupcias; hermanos se fueron y hermanos les fueron regalados. Un día se encontraron con todo otro clan inviú y las fiestas fueron grandes, realizaron pruebas de nado y pesca y se contaron secretos en la lumbre, bailaron y cantaron; solamente Gunnia no participó, no quiso; lo que prefirió fue salir de caza. Aquella vez el anciano se mostró decepcionado, pero mantuvo su respeto.

Honna se casó, tuvo dos niños y Gunnia seguía cazando. "Este Gunnia no quiere casarse" pensaba "solo quiere aventurarse y jugarse la vida" "Lo que hace es bueno, pero no le envidio". Y la luna creció y menguó y volvió a crecer. Y una estación vino seca, vino seca la siguiente; no había verdura, no había fruta, no había caza. El hambre llegaba al pueblo inviu, y el pueblo inviu cambió el campamento.

Al calor de las hogueras el pueblo inviu decidió seguir pescando, pero los pescados no eran los pescados de las canciones del recuerdo de las costumbres, nadie había cantado canciones de alimento con pescados de aquellos colores. Los invius estaban desolados.

Después de mucho hablar, los ancianos miraron a Gunnia. -Los demás jóvenes tienen hijos Gunnia- Dijeron- Tú siempre has mostrado valor Gunnia. Si se nos ocurriese otra cosa no te lo pediríamos, por favor, trata de inventar tú una nueva canción, prueba el pescado.

Gunnia miró la pesca, había allí cuatro tipos diferentes de pescado y ninguno era cantado; pero Gunnia estaba dispuesto a probarlo y cogió el que tenía más a mano.

-¡No Gunnia! Ese no- Gritó Honna.- Si has de probar esos pescados prueba primero con este, se parece más a las canciones que yo conozco.

Y Gunnia hizo que le asaran el pescado, y lo probó. Era sabroso y quería probar más.

-Gunnia, cuando se inventa una canción, hay que hacerlo despacio, probar poco a poco, dormir y después seguir probando.- Dijo Honna.

Así Gunnia no siguió comiendo aquél día, se fué a dormir y a la mañana siguiente amaneció con una sonrisa.

-Es un buen pescado. No me ha hecho daño.

Y todos los invius saciaron su hambre.

Pero Gunnia no estaba satisfecho, quiso probar el que había cogido primero. El anciano supremo se opuso; pero Gunnia estaba decidido, aprovechó un momento que nadie vigilaba y asó su propio pescado; era rojo y amarillo y quería hacer una bonita canción con él; pero el pescado se volvió en su contra y Gunnia enfermó.

Todo el pueblo inviú lloraba la enfermedad de Gunnia, le llevaban mantas y le daban friegas, pero el temblaba y sudaba y decía que tenía frío. Llamaba a Honna.

Honna llorando se acercó a su cama, el anciano supremo estaba allí.

-Gunnia, tienes que ponerte bien, eres el más importante del clan, sin tí mis hijos no tendrían comida hoy.

-¿Yo el más importante? ¿Te acuerdas Honna de cuando aprendíamos a nadar?

-Me acuerdo Gunnia. Aprendiste en dos días.

-Eso fue en parte suerte Honna, pero la otra parte fue que tú me aventajabas el primer día, te vi flotar, me diste envidia y quise conseguirlo yo también; el tutor quiso advertirme, pero yo fui terco, quería ser como tú; apenas pensé haberlo logrado cuando volví al campamento, yo había estado entrenando nado y tú ya recogías leña y fruta, habías sido obediente y por eso eras superior a mi. Traté de aprender la lección, al día siguiente sucedió aquél accidente, te diste cuenta antes que yo, yo sabía que ibas a pedir ayuda por eso me atreví a meterme a por Tunni, sabía que se podía confiar en tí...
Cuando iba de caza trataba de aportar algo, sabía en mi interior que no podía aportar lo mismo que aportabas tú. Cuando llegó el momento de casarse mi corazón sabía que ese no era mi destino... Ahora estoy enfermo, ya ves, por no obedecerte, tú sabías que pescado coger, porque tu entiendes las canciones, pero yo he querido hacer algo tan importante como lo que tu haces... y no puedo, no he podido inventar una canción nueva...

-¡Bueno!¡Ya basta!- Exclamó el anciano supremo- Hoy no te vas a morir, que Honna sea más importante que tú no quiere decir que tú no seas importante, tienes mi respeto, mi admiración y mi cariño, siempre lo has tenido y no vas a dejar de tenerlo. Estás dejando de temblar y sudar, hoy no te vas a morir, pasarás tres o cuatro días con el estómago revuelto, eso es todo. Después te haremos una fiesta, te cubriremos de flores y algún día dejarás de pensar tonterías, obedecerás las canciones, dejarás de poner tu vida en peligro y tendrás un par de niños. O eso o te dará por hacer el pino puente montado en una tabla de abedul en mitad del océano. Ojalá sea lo primero, porque me tienes en vilo y ya no tengo edad para eso. A ver si empiezas a comportarte de una vez.

Honna se quedó estupefacta, para ella Gunnia siempre había sido un ser excepcional, nunca había visto su propia vida desde esa perspectiva; salió de la tienda y el anciano supremo detrás de ella.

-Que venga Tunni, que cuide de Gunnia, que no le falte de nada.-Dijo el anciano- Ya ves querida Honna, lo más seguro es que algún día seas anciana suprema.