Entrada destacada

Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Halloween en cien palabras

La fiesta anual corrió por todo el barrio, perdiendo sus sortijas por los bares hasta quedarse borracha a unas cinco de la mañana en el pub "Perdición". Ellos comprendieron querer continuar en un motel.

Malevola se bajo de sus tacones, Franquenstein se arrancó los tornillos. Ella arrancó un trozo de su falda para quitarle el maquillaje, él extendió sus brazos hacia la cara de ella para quitarle la máscara.

Y entonces se vieron: El hombre con el que salia hace cuatro meses, que la emborrachó para hacer cosas sin protección, la mujer que dijo haberse quedado embarazada para cazarlo.

 ¡Huyeron despavoridos!

La familia perfecta


En el comedor, tras las cortinillas naranjas, esas traslucidas que se movían con el aire, estaban Marco y Aurelia; llevaban poco tiempo viviendo juntos, así que hablaban casi de todo, intentaban sentar las bases de "Algo sólido".


Cristina, cómo buena cotilla que era, aprovechaba los escasos 3 metros del patio interior que separaban su reciente "Cuarto de estar" y el comedor de la pareja. Ella siempre había tenido sus inclinaciones, pero realmente cualquiera pondría oidos a aquel par de heavis del amor.


Aquella misma mañana, por ejemplo, Marco, se había atrevido a preguntarle a su novia por sus relaciones anteriores y ella, ni corta ni perezosa, le había estado contestando sincera y abiertamente.
La conversación había seguido con las relaciones de él y, ahora, entre el olor de la coliflor y la labor de punto primorosa de la vecina indiscreta, seguía como sigue:


-Yo no creo que seas machista, lo que pasa es que habeis tenido los oidos convenientemente abiertos a lo de que la mujer tiene que trabajar, por eso ahora nos va cómo nos va.
-¿Y eso que tiene que ver con lo que te he contado?
-¿No me estabas contando porqué lo dejaste con Luisa?
-Si, porque era estrecha de miras y no quería hacerlo encima.
-Pués eso.
-No te entiendo.
-Mira, en realidad es muy sencillo: Si la mujer no hubiese tenido acceso al trabajo no habrían bajado los sueldos, si no hubiesen bajado los sueldos no haría falta que trabajasen dos personas fuera de casa; entonces las familias no hubiesen ganado la misma cantidad de dinero, las casas no habrían podido subir tanto de precio en el mercado y ahora no sería indispensable que las dos personas trabajasen para poder tener hijos.
-Estoy de acuerdo, por eso no quiero tener hijos.
-Claro y por eso digo que yo no creo que seas machista, si fueses machista querrías que las cosas volviesen atrás, o peor aún que tu novia o tu mujer trabajase fuera y dentro de la casa más que tú.
-Tu sabes que me parece bastante serio, sin tener hijos, tener que trabajar doce horas y volver a casa a fregar los platos.
-Claro pero Luisa escuchó hablar de los neomaltusianos en la cafetería, de hecho te lo comentó.
-Si...
-Y ella se pensó que tú ya te habrías informado y que querías tener niños. Venía cansada del trabajo y se mosqueó porque se vió sobrecargada.
-Los musulmanes tienen la culpa de que cortase con Luisa.
-Bueno de todo se puede aprender, yo contra los neomaltusianos abogaría por la familia triparental.
-¿Eso es nuevo?
-Si, de mi cosecha, resulta evidente que con las lavadoras, frigoríficos, comidas precocinadas, microondas y demás, ya no existe el acuciante trabajo del ama de casa y una persona puede hacerse cargo de más tareas o personas en ese aspecto.


Cristina se comía un bollo de chocolate y rezaba porque soplase el viento para ver la cara de Marco, el silencio parecía decirle que estaba sonriendo.


-Siempre que me toque con dos hombres, claro, y que yo sea una de las personas que trabaja fuera. No es que no juegue con la idea de tener niños, es que no tengo buenos recuerdos de cuando le tenía que limpiar los mocos a mi hermana.


Seguro que Aurelia había conseguido borrar la sonrisa de su novio, en boca callada no entran moscas.

Productividad

Nunca pudimos conocernos porque estabamos aprendiendo cosas útiles, pero los sonidos y las imágnes que nos bombardeaban a todas horas nos inducieron ilusiones y sueños, nos sustituyeron las relaciones de nuestras vidas, sucedaneos productivos.
No nos dimos cuenta y pasaron los años, creíamos saber quienes eramos y el significado de los actos, pero no tuvimos tiempo de abordarlos y desarrollarlos porque estabamos trabajando.
Un día en el metro ibamos llorando la necesidad de nuestros instintos acorralados, la música era suave, y deseabamos el contenido imaginado tras las escenas tantas veces repetidas que solían acompañar esas notas.
Nos encontramos, nos miramos y abrazamos el espejo de nuestra desolación creyendo que así llegaríamos a brazar nuestros deseos de amor y de ternura.
Decidimos casarnos y tener niños, y lo hicimos.
Lo hicimos dia tras dia, entre papeles, sudor, esfuerzo, lagrimas, penurias, deudas, cacerolas y tapers de espaguetis.
Sin vernos, sin poder hablarnos, sin compartir apenas tiempo, fustigando a nuestra prole para que asegurar su subsistencia en la productividad. Y por las noches, cuando nos acostabamos, nos acostabamos con los recuerdos de las historias que visionamos, con las melodías que escuchabamos en otras voces, con la música perenne de los cuentos de hadas, rezando porque los niños nunca despertaran.
Pero los niños despertaron, y despertó su llanto; y con el llanto de los niños despertó su hora de trabajo; y todas nuestras lágrimas y las suyas vinieron a parar a nuestras gargantas y nunca pudimos hablarles porque nos ahogabamos, y nunca pudimos hablarnos porque nos setíamos culpables.
Nuestras cabezas dejarón atrás los sueños y la realidad de los recuerdos nos atormentaba en cada sonido, en cada verbo, en cada acto. Y entonces te moriste de viejo y me quedé sentada junto a la tumba de un desconocido, un desconocido al que un día besé como si fuese mi verdadero marido.

Odio

Tu Dios exige que mates, el mio que te encierre.
Tus ancestros opinaron que es mejor matar que vivir con odio, los mios me enseñaron a evitarlo, a ser fria y acorralarlo hasta hacerlo minúsculo como un grano de arroz.
Los granos de arroz son poderosos, necesitan agua, mucha agua y llenan el estomago con el vacio de una enorme burbuja que pronto desaparece pero que parece saciar.
Mi cuerpo decía basta cuando veía correr la sangre de los niños, de los niños que nunca tuve, de los niños abortados, muertos, soportando el peso del rifle.
Las balas son rápidas, son más rápidas que las palabras.
No existen manos suficientes para parar tanto odio.
Poco a poco nos fuisteis matando, mi Dios nos falló a ambos porque el tuyo recibía más y más sacrificios y se apoderaba del mundo.
Nadie fué consolado, pero las burbujas de arroz parecían ser tan importantes...
Hoy te veo, con la camiseta jironeada en negro y rojo, buscando el grano que te falta, corriendo entre los escombros, azuzando la ira del corazón de la miseria sobre la que cabalgas, evitando las minas que colocaron tus propias gentes en la ciudad derruida que un día llamé esperanza.
Estoy sola, soy la última de mi raza, jamás podré digerir este arroz, pero siento satisfacción.
La tierra está yerma, la tierra que no volverá a ser de nadie, que no volverá a producir esta semilla.
Hoy te veo con tus quince estúpidos años, avanzando, siguiendome la pista hasta este callejón derruido; te aguardo, mientras olisqueas el aire en mi busca.
Soy la última y lo sabes, avanzas, pensando en los que no dejamos vivir en la libertad que queríais, muriendo estériles, de puro viejos o sembrando nuestros campos.
Me odias y rastreas mi olor y mis huellas, creyendo que al final encontrarás tu paraiso. Disparo el arma y acierto en el blanco, entre los dos ojos, por fin la muerte.
Hoy ha muerto un Dios bueno, nadie hay que siga sus consignas, ha muerto un Dios malo, , no queda nadie a quien sacrificar, también tu fuiste el último de algo.
Hoy ha nacido un Dios estúpido que nunca sabrá que hacer con todo el arroz que queda, se llama Soledad. Tengo doce años, me queda toda la vida para honrarle.