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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Reto lobo


Unos dicen que la culpa la tuvo mi abuela Gloria; que en lugar de reunirse con la familia en las fechas señaladas, en la casa que nos es propia, en lo alto de la colina, alejada del pueblo; se quedaba en el villorrio argumentando que le gustaba verle la cara a la gente; otros en cambio achacan las consecuencias al bisabuelo Pablo, que le consentía las escapadas vanagloriándose de que Gloria tenía un instinto más desarrollado que los demás, que era genuinamente lo que tenía que ser y que la población de allá abajo tenía que saber amedrentarse ante su presencia. El caso es que no ocurrió nada... en la primera generación; mi madre era la pequeña, por eso la obligaron a casarse con Benito, que era de la familia pobre del otro lado del lago, una panda de salvajes que no tenían trato con humanos más que cada diez o veinte años, cuando la sequía atormentaba las poblaciones más lejanas. La familia de Benito estaba acostumbrada a las más extravagantes peculiaridades. Y no pasaba nada en la segunda generación, hasta que llegué yo, el último... Ahora cada vez que subimos a la colina, para nuestras fechas señaladas, se divierten tirándome palitos; cosas de la hibridación, aunque me sigue fascinando la luna no puedo resisitirme.

como Dios



Un océano casi paralizado, amarillo y crujiente se extiende al frente, una suerte de replicadas superficies de oro y ocre esperando el milagro de un pequeño toque; al fin, yo, creadora, decido obrar la suerte, será cómo incrementar el ritmo de las mareas, cómo acelerar de todo el mundo las olas. ¿Quién sabe que espíritus o que seres se verán afectados por mi juego demente? Mi bota dispuesta da el primer golpe y el excitante sonido se apodera de mi mente, le sigue un segundo de la compañera opuesta, un soplo de viento agita las hojas en la arboleda.

Niebla

Hoy hace un mundo de niebla, pero no es una niebla acostumbrada, es una niebla absurdamente contaminada, una humedad con aroma en boca a humo de incendio, una niebla que tiene el resabio del mal incienso.
Hoy hace un mundo sin pasado, sin futuro, con un presente humedamente acotado. Si este es el vapor de agua prefiero seguir fumando.

Rodrigo




Al través de los cristales de la habitación de Rodrigo se filtraban las agudos sonidos de las sirenas de las ambulancias; al través de las paredes los disparos de un videojuego que hacía tres meses tenía acorralados a los vecinos y, por el techo, un sillón vibrador amenazaba por dejar sin celulitis a todo el bloque.

Navegando sobre el mar de percepciones auditivas, Rodrigo, se embebía en la lectura apasionante de su nueva y deslumbrante adquisición, ese universo límpido y estructurado que componía el libro de programación dispuesto a hablar con él de tu a tu.

La carrera de Rodrigo era un sueño, lleno de mil promesas, ya bastante cuajada a sus trece años.

Por la informática, más exactamente los lenguajes de programación, las especificaciones hardware y la normativa, pasada y vigente, de multitud de ramas relacionadas, le habían dispensado de seguir con la extenuante aberración del sistema educativo vigente; Su padre había conseguido un permiso de trabajo especial para él y en el laboratorio donde desarrollaba sus funciones casi nadie podía prescindir de su rapidez para dar respuesta a las preguntas del día a día: era más rápido y preciso que internet, ya que las respuestas de la misma eran a menudo demasiado genéricas para el tipo de labor; Con Rodrigo se ahorraban horas de ardua e intensa búsqueda.

Él era feliz, sumamente feliz, pues le obsequiaban con montones y montones de pequeños universos ordenados y limpios. O casi.

El sonido de la batidora se agolpaba junto a los otros, en los pequeños tímpanos de Rodrigo, llegaba desde la cocina... Era insoportable. De pronto el Maelström de ondas acústicas amenazó la integridad de la lectura entre sus manos, del propio libro, de su alma, de su cuerpo. Rodrigo comenzó a sollozar primero, tantas veces le había pasado antes, después intentó gritar desde la vertiginosa cresta del océano encrespado y en el borde de la locura.... Asperger hizo su presencia.



Rodrigo habría tenido serias dificultades para comprender el texto anterior, por no decir que sería prácticamente imposible.



Quisiera hacer un experimento, trataré de meterme en la cabeza de Rodrigo, pero no soy Rodrigo, solamente sé que no comprende los dobles sentidos, las metáforas. Yo me lo imagino así:



El sonido de las sirenas de las ambulancias llega del parque, las ambulancias llevan gente muerta. El sonido de los videojuegos llega de los vecinos de al lado, se divierten apretando botones, no me gusta tocar botones, el sonido del sillón vibrador llega de arriba, la saliva tiembla cuando te sientas encima, no me gustan los sillones vibradores.

Tengo un libro nuevo, dice cosas nuevas, es más fácil leer un libro que tratar con gente a la que le gusta que le tiemble la saliva, no entiendo a la gente cuando aprieta botones. El libro es bonito, tiene palabras que no conozco, me gusta aprender, aprender es bueno.



En el colegio solo hacía tonterías, los niños se sentaban en los columpios e iban adelante y atrás, una y otra vez, eso marea, los profesores querían que estuviese sentado, incluso cuando me dolían las piernas, es más fácil levantarse cuando te duelen las piernas. Los profesores me decían que cuando veo una cara sonriente es bueno, cuando veo una cara con los labios fruncidos hacia abajo es malo, yo no lo entiendo, pudo poner los labios hacia arriba o hacia abajo, pero no lo entiendo.



En el laboratorio la gente sonríe cuando hago lo que me gusta, me dicen que yo soy bueno, y me regalan libros que me gustan, con nuevas palabras.



Ahora puedo ser bueno, voy a leer el libro...



Sirenas, videojuegos, sillón... Batidora. No puedo leer el libro.



La madre de Rodrigo para de inmediato la batidora, pero es difícil, el resto de los sonidos siguen llegando, las ambulancias pasan, da un toque en la pared de al lado... queda el sillón, pero Rodrigo parece poder salir del Maelström, parece llegar a flote después de la pesadilla, aconsejo leer el relato de Poe para quien no tenga la referencia, Rodrigo se calma al fin y comienza a leer de nuevo.



Parece extraño, fácil que se le vaya de las manos, y sin embargo, en el momento en el que retoma la lectura, creo, sinceramente, que todas las metáforas se quedan cortas ante sus ojos.

La manzana del recuerdo



-Abuela, me han contado una historia hoy en el colegio
-¿Qué historia es esa pequeña?
-La historia de Eva y la manzana ¿Es verdad?
-Pequeña ¿tan importante es que sea o no verdad? Tú mira tu corazón, Dios te habla allí dentro.
-Me voy con mamá al parque, adiós abuela.
"Ay pequeña... Si tu supieras. Mi primer beso fue a los tres años, Carlos acababa de comerse una guindilla, así supe que no todos los besos son dulces. La primera vez que me levantaron la falda hasta la pantorrilla tenía ocho, le solté una bofetada a Gregorio porque me dijo que Lorena tenía las piernas más bonitas. A los once le hacía carantoñas a Felipe, pero se fue con Lorena. A los doce quise saber como tenía las piernas Lorena, pero no me gustó. A los catorce me hice novia de Felipe... Creo que esta tarde voy a hacer compota de manzanas, así tendremos que desayunar para mañana.

Traspasado



- Hola. ¿Estás bien?
-Y si... Estaba navegando, recuerdo que estaba navegando
-Creo que ha sido culpa mia
-Pero esto es... ¿El final de un huerto de girasoles?
-Si, puse tu cuadro aquí, llevo semanas viniendo aquí para estar sola, pero últimamente soñaba con habitar tu lago y claro... tu estabas ahí.

Atravesado



El lugar de donde vengo casi nadie lo conoce, pocos hemos logrado sobrevivir y la mayoría de los que lo han hecho no lo han conseguido hacer sin pagar un precio. El infierno o el purgatorio están hechos para los muertos, los que se embarcaron con ese temido destino o se quedaron allí o perdieron la cordura. Aún así lucho, día tras día, con mi consciencia, convenciéndome de que, después de aquello, estoy efectivamente de regreso. El porqué acabamos allí, tan lejos de todos, es algo que habría que contar de manera individual, personalmente no puedo embarcarme en tal tarea sin aumentar el sufrimiento; quizás fuese el destino, me conformaré con eso. El alma humana, en el submundo, es testigo y objeto de mil delirantes torturas, la obscuridad comienza por vestirla, para empaparla después y añadirla a su propia y particular densidad viscosa. Pero algunas veces... algunas veces es posible escapar de ella; impermeabilizarse el alma, hacer una balsa con los sentimientos reales e imaginados y esperar a que la burbuja así formada le devuelva a la orilla. El camino de vuelta, es largo, triste y sombrío. Cuando uno se relaja y asoma en su esperanza, si aún se halla en aquellos territorios, sufrirá la furia de lo tenebroso en un torbellino que anegará lo poco que quede de su ser. Hay pues que esperar y esperar y seguir esperando, nadie sabe hasta cuando. Lo que si que sé es que, una vez pasada la frontera, al contacto con la realidad, todos esos sueños, todos esos sentimientos, impregnados, solidificados en la lucha... al tocar tierra, se quiebran. Toca mirar al frente entonces, ver otro sol, tocar otra música, vestir otras ropas. Saber lo que pasó está tan lejos de la mirada que sería como intentar atrapar, con las manos, las tierras del otro lado del océano desde la orilla contraria. Rezo para que esta orilla sea también la correcta.

lavandería



Siempre me he preguntado cual será la vida de las personas que transitan las lavanderías madrileñas. Algunas veces es obvio que son personas ocasionales que van con sus edredones y mantas, que no cogen en una lavadora normal de las que uno tiene en las casas. Otras me imagino lavadoras estropeadas, pisos compartidos con tantas personas que sin secadora a mano las cuerdas protocolarias amenazan con derrumbar las paredes con sus enganches. Pero de vez en cuando... Imagino ropa ...recogida de la basura, antes de pasar por el hogar. Manchas difíciles de sacar, desde el pintor al carnicero.
La historia de Sara es una historia peculiar. Sara es una veinteañera con tres niños, por la mañana se levanta a las seis, para prepararse ella y limpiar lo más gordo de la casa; después levanta su progenie y tras lavarlos, peinarlos, darles el desayuno, comprobar sus carteras, sortea tres o cuatro berrinches de los dos pequeños, aconseja al mayor, despierta al holgazan de su novio, que no quiere saber siquiera de su verdadero vastago, el menor de los tres y los dirige al colegio. Cuando los deja en la puerta siempre le asoma una lágrima, recuerda sus días de escuela, cuando el bulling aun no tenía nombre. Se sacude, coge el coche y se va a limpiar una casa, un portal, hace la comida y la plancha a una anciana, regresa y hace la comida propia de su familia. Se vá a por los niños, este año no le han dado comedor, habla con alguna otra madre, tratando de saber porqué el mediano está siempre triste, con alguna profesora tambien, porque el mayor no saca buenas notas. Regresa a casa, los sienta a la mesa y esperan al holgazan, que viene de buscar trabajo en el bar de la esquina. Hoy viene acompañado: "Este es Paco, su mujer está en el hospital, le he invitado a comer". Y regresa a los niños al colegio y hace otro portal y sale corriendo a por los pequeños de nuevo para volver a casa. Allí deja al holgazan al cargo de que hagan los deberes, sabe perfectamente que encenderán la televisión y jugarán un rato a indios y vaquero, pero no importa, hoy es viernes y los viernes ella se va a la lavandería y descansa: Son dos lavadoras, dos secadoras, las pone seguidas, una detrás de la otras, son sus dos horas de descanso semanal. Y allí sus ojos van viendo la vida pasar en sus giros, sin descanso, cada vez más rápido, o al menos eso le parece a ella y luego cada vez más lento. Cuando vuelva a casa sabe que tendrá que sentarlos a todos a hacer de verdad los deberes, al holgazán sentarle frente a las páginas de empleo de internet, los duchará a todos, hará la cena...

Silenciosos



Hace tiempo que le veo por el barrio. Todo empezó hace un par de años cuando me mudé: le encontré e...n la biblioteca, yo había ido por primera vez, huyendo de mi particular y solitaria jaula, sobre todo porque entre las rejas se filtraban musicas de metalyca y no se podía leer allí; allé estaba, un hombre corriente, ni fornido ni imponente, ni se le podía llamar guapo ni se le podía adjudicar un harén, pero era dulce y sólido en su abstracción. Me dejó intrigada, me pregunté que clase de persona sería. Al día siguiente volví a la misma biblioteca, unicamente para comprobar que allí no se podía leer, pues los chavales del barrio, aprovechando la poca seriedad del personal, se dedicaban a juguetear con móviles y a comer palomitas; antes de irme miré a mi alrededor, él no estaba. ¡Intenté quedarme en casa! pero después de una aterradora semana de Ramnsteim salí aterrorizada en busca de una cafetería donde poder descansar mi alma sobre un pedacito de la historia interminable. Entre en una, la primera, y comencé a leer; cuando vino la camarera levanté la vista he hice mi pedido, justo en la mesa de enfrente estaba él, al poco rato se levantó y se fué, unos ancianos estaban jugando al dominó, ya sé que parece extraño, pero es cierto, jugaban al dominó. Al día siguiente volví, los ancianos seguían allí, era imposible leer. Traté de poner algo de música en mi casa, creo que puse algo de Vangelis, pero contratacaron con extremo duro. Renuncié, salí a pasear y me fuí directa al parque. Allí volví a encontrarle, otra vez con su librito. Me puse a leer, cada vez más intrigada por el destino del personaje... de dos personajes en realidad. Llevaba unas diez páginas leidas cuando vi que el de la realidad se levantaba de su banco y se iba, dos perros se peleaban, levanté la vista y observé que todo el parque estaba en realidad lleno de caca de perro, no dice mucho a favor de los vecinos la verdad. Y fueron pasando así los meses, las músicas, los libros... una vez dejé de verle, en realidad poco me extraña, me iba a casa de una amiga, que tambien lee mucho y nos poníamos el ventilador para conseguir ruido blanco que amortiguase los ruidos de la vida cotidiana. Hasta hace cuatro meses, entonces le volví a encontrar, iba yo a comprar al mercado cuando me fijé en una lavandería, allí leyendo... No me decidí enseguida, tardé como cosa de un mes, estaba con los límites del conocimiento humano de Bertrand Russell y no lo pillaba, de vez en cuando en casa de mi amiga se escuchaba una canica del piso de arriba; total que me mudé a la lavandería. Me fijé que él nunca lleva ropa que lavar, no importa, yo tampoco, ni mi amiga, ni su cuñada, ni el vecino del quinto... Somos silenciosos, no queremos romper la magia.

El mar



Aún recuerdo cuando a los ocho años nos invitaron por vez primera a ver el mar. Recuerdo las horas de automóvil, la pesadez del aire en el reducido espacio, el amontonamiento de las maletas, a mi lado, en el asiento, la sed, las ganas de ir a orinar, las paradas en las gasolineras. Recuerdo la riña entre mis padres y la escéptica angustia que lo envolvía todo. Y cuando no podía más, cuando mis gritos comenzaban a irritar mi garganta que se empeñaba en no dejarlos salir... El mar. El coche abandonado a su suerte y... El mar. Ese azul omnipresente frente a mi mirada, no sentir más que la vista de su espuma y el arrullo de su oleaje. Descalzarme y, acercándome con respeto, sentir como la sal que bajo mis pies se escapaba, haciéndome cosquillas, se agarraba a mi piel y me cerraba los párpados. Recuerdo haber pasado la eternidad mientras me hundía en la línea de la playa, atesorando los tenues embates de una brisa blanca que me traspasaba; un segundo de más y todo, y yo, sería el mar.
Tres años después volvimos a regresar a ese destino que, dicen, es universal. Esta vez con dos nuevos visitantes que no habían tenido la oportunidad de verlo nunca antes, mi bisabuela y mi hermano de tres años de edad. De nuevo el coche, las maletas, más aún, las paradas, las gasolineras. Mi angustia era ahora expectativa y, aunque el ambiente era igualmente sofocante, se hacía mucho más llevadero. Cuando mi bisabuela lo vio, cerró los ojos, volteó su cuerpo y nunca más quiso volver a tenerlo enfrente. Mi hermano corriendo quiso agarrar su primera ola, sin descalzarse siquiera, pero aquella se escapó de sus manitas, y en un alarde de azul traicionero mareó sus pocas experiencias dando de bruces contra la arena.
Los veranos de los años de pubertad vinieron bañados en sensuales vaivenes, que obnubilaban mis sentidos, con criaturas tales como los erizos y estrellas de mar, pulpos, algas y medusas. Universos de finas costras blancas en los recovecos de las carcomidas piedras.
Si me preguntan, no existe la existencia allá en el mar, tan solamente existe el vaivén dulce de sus aguas en calma, o el vaivén áspero de las algas contra las piernas, cuando se hace más agitado y amenaza con dejar de susurrar, cuando exclama, exclama con algo que excede toda fuerza vital y entonces si que no existe nada más que su sal.
Uno puede elegir no verlo, cerrar los ojos y escucharlo allá lo más lejos que quiera. Uno no puede elegir poseerlo, sus juegos exceden nuestros pequeños egos. Uno puede dejarse asomar por allí, hacerse el encontradizo y, mientras lo adora, dejar que le lama a uno las heridas y rezar para que lo deje, algún día, al mundo normal regresar.
Hace mucho que no veo el mar.

Postales de la mujer peluda



En una lejana ciudad, en un presente imaginario, se dieron cuenta unos extraños sucesos. Sucedió un día que en las bibliotecas del extrarradio dejaron de acoger donaciones, excepto las de literatura (gracias al cielo). Estas bibliotecas contaban con maquinitas de café, con internet gratuito, con secciones de integración, con grupos de busqueda de empleo... Y con una linda espada de Damocles sobre sus edificios, una que trataba de cobrar por el hecho de llevarse los libros prestados a casa. Con lo que no contaban era con muchos ejemplares de libros destinados al acceso a la universidad, en concreto de matemáticas( y es que todo cambia, incluida la gramática), por lo que o uno se quedaba allí o se lo llevaba a casa para que nadie más pudiese disfrutarlos. Dispuesta a todo, la mujer peluda se recorrió los grandes centros comerciales, y se dió una vuelta por las grandes tiendas especializadas del centro de la urbe. Supuso todo un paseo, por lo que perdió tres o cuatro cabellos por el camino, uno se llamaba Jorgito, otro Toribio y el más querido de todos Pacorro, el cuarto no estaba segura de haberlo perdido en aquella espantosa salida, Andres siempre fué un bala perdida. Lo raro no fué el encontrarse con la mayoría de los libros empaquetados y codificados especialmente para los alumnos de forma tan ecleptica. Vamos, que no se sabía que libros existián, suponemos que al desempaquetarlos los padres sabrán los que les ha tocado, pero resultaría imposible saber los que les tocan a los alumnos del colegio de al lado. Lo raro fué toparse con que el único ejemplar de matemáticas generales o para preparación de acceso a la universidad era el que ya poseía. Una lata, pués de siempre le gustó la diversidad. Me ha promtido, la mujer peluda, que seguirá investigando por si en otros barrios encuentra panoramas diferentes.

Niño

Que triste ser niño, que triste ser niño... condenado a lucha, solucionandose sus propios problemas. Condenado, condenado a vivir el presente, sin pasado, sin futuro, sin pensar. La consciencia atrapada en la sensualidad agreste de una paz efímera de espejos alterados. Que triste ser hombre, haber crecido con el destino salvaje del orgullo efímero y traicionero de un antiguo flagelo.

Reto caja



Criba, tras criba, mudanza tras mudanza, fuí arrinconando mi alma en el interior de una sola caja; así tuve que abandonar las lágrimas, el dolor, que tengo unido al amor, apenas deja hueco para la documentación escrita.

Caminante



-¿Y a qué te dedicas?
-Soy caminante profesional, todos los días camino cuatro o cinco horas por la ciudad.
-Te mantendrás en buena forma.
-Si, lo malo es el transmisor con GPS que me han colocado en la nuca para comprobar el kilometraje. Los primeros dos kilometros no cuentan, a partir de ahí a cinco euros los mil metros.
-Desde que pusieron el suelo electro productor hay muchos como tu.
-Es otra forma de ganarse el pan, ahora que la comida se genera mecanicamente, la medicina por inteligencia artificial., los servicios por androides.. De algo hay que vivir.

Espíritu



Algunas veces un espíritu grande,poderoso y vibrante lanza las ondas del verbo contra las arenas de la infinidad, son esas las olas en que hoy navego, y, desde la cúspide del poder que me alza, intento atisbar, por encima del mar, un buen puerto.

Soledad



Y es cuando la soledad se masca y la lluvia te envuelve en sus sábanas; cuando la luna se vuelve sombra y te llegan las notas de nostalgia; cuando desesperadas se te abren las puertas del alma; entonces es cuando se desprende jazz de la mirada
las musas bailan versos en el balancin del grafeno

Letras



Cuando las letras se desnudan y tiran sus abrigos negros al destino, cuando sus ropajes enlutados desaparecen y dejan paso a la transparente realidad, entonces las hojas blancas del porvenir toman sentido si acaso. Seguirán existiendo sus cuerpos de verbo tras las pupilas, allá tan adentro.

Luna

No tengo dinero ni tiempo, no tengo espera en la penumbra, no tengo horario de citas, no tengo besos en la laguna. No tengo claveles ni orquídeas que colocar junto a tu foto en la mesilla, no tengo tu credo ni aliento, no tengo tu mano fresca en mi rodilla. Pero por favor respeteme la Luna.

UFO


-Atención nodriza, individuo 324 perdido, imposible recibir esquemas mentales viables.
-Oído nave 1024. No pierdan las esperanzas. Aguarden ordenes.
En la nave, tras el corte de transmisión:
-J* Tío, ya hablo tan mal como estos degenerados.
-¿Cuantos indivíduos nos quedan?
-Creo que tres o cuatro y ya, reventamos el planeta. Me tienen hasta los c*, perdón, hasta decir basta.
-Nada, que les mandamos unos cuantos retoños de los nuestros, para saber a que atenernos con ellos, para saber si sobreviven entre los suyos y...
-Se los cargan macho, y eso que los hemos camuflado bien.
-Con esa atmosfera deberíamos vivir unos trescientos años, estos no llevan ni cuarenta y la palman.
-Menos mal que no llegué a conocer a ninguno de los pequeños, 324, el que no acaba loco sin remisión se nos tira por los puentes.
-Dale gracias a que los esquemas mentales los recoge el ordenador. Si tenemos que hacer trabajo de campo acabamos igual en menos tiempo.
-Esto nos pasa por darle una oportunidad al género humano.

Cata 2079



Camilo era el somellier más famoso de la ciudad. Sus recomendaciones jamás fallaban, retenía en su memoria el sabor y olor de más de 2000 vinos, era capáz de identificarlos, sin ninguna duda, con sus añadas características. En estos años, en los que la ciencia había diseñado tantos sabores artificiales que un simple mosto, con los aditivos convenientes, tomaba sabores de refinamiento supremo, tales como la crianza en barrica de roble francés, cuando en realidad jamás había salido de la fermentación en hormigón antes de su embotellamiento; o cuando la manipulación genética conseguía con una sola variedad de uva imitar vinos con tres o cuatro variedades distintas en su composición, la maestría era uno de esos dones que las gentes adineradas, temerosas de las grandes falsificaciones, de sus consecuencias en la salud, tomaban muy en serio. No sin razón la extensión de la producción y consumo del vino era tal, en aquellos años, que rara era la casa europea que no consumiese un litro diario.

La fama de Camilo, en los hoteles, en los restaurantes le abrían las puertas a nuevos caldos constantemente, su sueldo era infamemente alto, por unas horas, por unos días. Su nombre respetado no tenía parangón, o casi. Había trabajado recomendando vinos, identificando falsificaciones en la frontera, había pisado las casas de las mayores fortunas de Europa cómo catador particular para eventos internacionales.

Solamente un joven, Gustavo Roca, de apenas 20 años, podía hacerle sombra, eran muchas las voces que le empezaban a ver como la gran promesa del siglo en su ramo, que le empezaban a mimar como prodigio e incluso que le proclamaban como algo más que una sombra, como la evolución ruptural, sin parangón, que dejaría solemnemente atrás a los viejos maestros. Camilo conocía su secreto, un secreto que a él le estaba vedado a su edad, ya que, de compartirlo, tendría que empezar desde cero el aprendizaje y el reconocimiento de todas aquellas uvas. Gustavo Roca, en su niñez, bajo la supervisora previsión de sus padres, había sido sometido a una intervención especial, una especie de rinoplastia maldita, una ampliación y extensión de las fosas nasales, una reestructuración de las vías nasofaríngeas, realizada por primera vez en un humano, basándose en cientos de miles de tomografías computerizadas, que garantizaban la perfección en las diferentes corrientes al espirar e inspirar, ninguna sustancia volátil escapaba a la percepción de los receptores olfatorios de aquella mucosa nasal reconstruida, mimada y exacerbadamente odiosa.

Solamente había una forma de frenar el ascenso de la promesa, al menos en aquella década.

Una vez cada diez años, a las mejores narices, se les daba a catar la supremacía del vino, un caldo millonario, del que apenas se distribuían cien botellas al año, completamente artesano, tradicional, ecológico, de uvas de pie franco, centenario y cuyo genóma era puramente natural. Un vino además delicioso cuyo precio estaba fuera del alcance de todos. Trás aquella prueba del caldo en concreto, se procedía al descanso, y tres días después se volvía a concertar entrevista con los afortunados concursantes, entre más de doscientas substancias, muy similares, debían encontrar la copa que contenía la susodicha esencia. Este era el año en que Gustavo Roca participaría por primera vez.

En el aeropuerto de la ciudad del concurso Gustavo Roca acababa de aterrizar, un infame grupo contratado por Camilo aguardaba su llegada. Empujones, maletas, brazos, cabezas... No era difícil en aquella masificación humana, tal vez en otros tiempos, cuando los aeropuertos estaban incluso infrautilizados, pero ya nadie se acordaba de aquellos años, tan solo algún anciano los mencionaba. No, en este año no era difícil. Un accidente, un empujón, una chispa de pistola eléctrica en el momento oportuno, tan a la vista y tan oculta de las cámaras de seguridad, tan inofensiva y tan efectivamente destructora del principio de una gran carrera.

Una hora después Gustavo Roca, con la mente aturdida aún por el chispazo de energía, acudía a la primera fase del concurso, a la cata inicial, una cata que jamás podría ser recordada por el joven, ya que se hallaba aún bajo los perniciosos efectos de la electricidad.

Camilo aseguraba su puesto por una década más

Reto espejo

Reto espejo
La madre golpeaba y golpeaba a la niña. La pequeña quería preguntar, hablar, adivinar. La madre no cesaba, tenía claro el objetivo, nada valían las "excusas". Con la zapatilla, en la cabeza, contra la pared, la niña interponiendo solo el hombro, no el brazo, por miedo a que recrudeciese el apaleamiento, acorralada contra un espejo. La madre, sonriendo, dió un ultimo golpe y la cabeza choco. Hubo un crujido cómo de algo roto, y allí, en el espejo, la niña, por fin, quedo convenientemente atrapada.

Puntos negros



Pilar era una chica recatada, muy honesta y trabajadora, aunque algo tímida. tenía 30 años, si, aún era una chica, pero apenas salía de casa, estaba cansada de que todo el mundo le tomase el pelo. Había quien se metía con su ropa, pero a ella le gustaba, así que bajaba la cabeza y para dentro intentaba decirse que ya tendría más suerte con otras personas, gente que mirase más por quien era ella y menos por su aspecto exterior.
Pero tampoco podía permitirse el lujo de ser quien quería ser, porque, seamos sinceros, tenía miedo; miedo de caer mal, de ser demasiado altiva...
Un día Lorena le invitó a su ático: iba a celebrar una merienda con sus amigas y quería que Pilar la acompañase. Pilar pensaba que aquel escote no era muy alagüeño, que seguramente tomarían alcohol, que tendría que vestirse un poco menos formal. Si tan solo alguien pudiese aceptarla tal cual era seguramente sería feliz. Pero aceptó la invitación.
Se vistió con una camisa divertida, cerrada, pero con dibujitos; unos pantalones cortos, muy cortos, apenas llegaban a sus rodillas; unos zapatos, nada de zapatillas ni de botas, no, unos zapatitos con cinco centímetros de tacón; y se presentó en el ático.
Cuando entró a la fiesta se relajó de inmediato, todas las chicas llevaban ropas parecidas a las suyas.
-Veo que has cambiado de look, te queda genial, ven, te presento a las demás.-Le dijo Lorena.
La tarde se hacía amena, las conversaciones eran ligeras, pero no subidas de tono. Por lo visto eran amigas de hacía mucho tiempo y tenían un equipo de baloncesto, aquel día habían ido a entrenar por la mañana.
El ambiente era muy agradable y nadie parecía tener dobleces, así que se atrevió a tomar un par de cervecitas. Y habría seguido estando genial si nada hubiese cambiado, pero comenzaron a hablar de secretos de belleza y poco a poco iban dandose consejos las unas a las otras. Pilar comenzó a acalorarse, sabía que aquello no era su fuerte. Quedó taciturna.
-Pilar ¿Tienes alergia a las tiritas para puntos negros?- Quiso indagar Lorena.
-Hemm... No. Digo no lo sé, nunca las he probado.
-¿No lo has probado nunca?
-No.
-Pués hoy vas a hacerlo.
Y se la llevaron a una esquina de la gran terraza, allí dónde mejor daba el sol. Le mojaron la nariz entre risas, le aplicaron una tirita pegajosa y la pusieron a secar sobre su cara mientras comentaban- Ya verás, va a ser increible lo que va a salir de tí. -Te quedarás limpia limpia- Tu tranquila que no duele- solo hay que esperar quince minutos-
Y Pilar esperó mientras las chicas seguían dandose trucos.
Todas andaban mirando su nariz, que si aún le faltaba un poco, que si era una sensación peculiar, hasta que decidieron que había llegado el momento.
-Corre Lucía, trae el espejo. Ya verás que bien quedas.
Pilar creyó que aquello dolería, pero no, apenas iba tirando, despacio despacio, debía ser así.
Cuando le mostráron la tira acartonada y completamente seca, cubierta de un abigarrado bosque de pelillos negros, aún estaba agarrandose a la silla.
-¿Que sientes? ¿A que es raro? Te has quitado un peso de encima.
Y si, ciertamente se había quitado un enorme peso. Se sentía bien, oxigenada y libre. Por eso decidió levantarse para mirarse en el espejo.
Había dado apenas dos pasos cuando le inundó la sensación de que algo había cambiado, se sentía flotar, cada vez más. Literalmente. La gravedad había perdido valor para ella y mientras daba el tercero las chicas comenzaron a observar más y más alta a Pilar. Se apartaron del susto. Tanto que nadie pudo remediar la continuación de los sucesos.
-¡Está volando! Pilar está volando.
Y mientras todas la miraban estupefactas, Pilar, comenzó a subir y subir, cada vez más.
-¡Vuelo! ¡Puedo volar!
-¡Pilar no hagas tonterias! ¡Baja con nosotras!
Pero era demasiado tarde. Pilar desde arriba contestaba:
-¡No puedo! ¡No sé hacerlo!
Y desde abajo, entre ellas, un murmullo comenzó su camino.
-¿Te acordaste de ponerle crema hidratante?-Yo no, no sé si llevo en el bolso.-Ostras, ¿Nadie le puso crema hidratante?-Colosal error.
Y Pilar apenas pudo oirlo, mientras se alejaba más y más y más. Para siempre, hacia lo más alto del firmamento.

El ataque de la mujer peluda


 Erase una vez una ciudad desquiciada, dónde las mujeres se embarazaban aposta de encargados y jefecillos con infulas de grandes sabios pero honrados. Donde los hombres tiraban las colillas frente a las cejas de Carmena y sus hijos los chicles. Allí nació la mujer peluda. Heroina sin igual que con sus piernas sin depilar se dedicaba en las noches de Agosto a perseguir los crímenes que la policía no podía, la mayor parte de las veces por falta de pruebas, solucionar. Si un anciano tiraba chinchetas en la puerta del garaje, si una panadera se sonaba los mocos en la manga de la camisa: TACHAN! La mujer peluda intervenía.

La casa de las brujas.

Según el sol se iba ocultando, el frescor del aire de la sierra iba tomando su lugar. La belleza de la montaña se ruborizaba ante la casa de "Las brujas"; a medio camino entre el pantano del valle y la cima rocosa, desde allí, podía observarse, en su amplitud pasmosa, el anfiteatro formado por las altas cimas circundantes; las más cercanas llenas de pinos diversos, de zarzamoras, de rocas que descansaban en figuras imposibles, de lagartijas y cucos, de abubillas y ciempiés; las lejanas, al otro lado de la aparente pero traidora calma del agua, mostraban los cultivos del hombre, que, tratando de aplanar cualquier rebeldía del terreno, parecían un verde papel erizado al que la naturaleza hubiese ido apuntalando, a lo largo de los siglos, como si quisiese construir su propio circo.
Siempre había sido así, tarde tras tarde, mes tras mes, el sol calentaba por el día y el fuego se deshacía por las laderas al abandonar la tierra prometida del hielo.
Mercedes y Jaime, los dos hermanos presentes, recortaban al rojo circundante sus respectivas alargadas sombras.
-Es curioso, se ha ido y no siento nada. Siempre pensé que alguna vez conseguiría sentirla. Siempre fue buena, muy buena, quizás demasiado buena. Consiguió sacarnos adelante a los ocho, siete hermanas y yo, el pequeño. No nos faltó de comer, ni de vestir, quizás algún día pasamos frío, pero se las apañó incluso para mandarme a la universidad.
 -Si, siempre fue buena-Respondía la hermana
.Cuando me metía en peleas con los niños del pueblo no me regañaba ni se enfadaba conmigo, se limitaba a castigarme cara a la pared y a repetirme: "Piensa.". Y yo pensaba, pensaba en que siempre llamaban a mi casa la casa de las brujas, y en la manera de hacérselo pagar. -Decía Jaime.
-Ya sabes cómo era, no se enfadaba nunca
-Cuando le rompí a Saúl la cabeza tirándole por las escaleras de la Iglesia me miró con decepción hasta que el pobre salió del hospital, y aún me tuvo un mes en casa, supongo que para evitar los comentarios del vecindario.
-Ya teníamos bastante con padre.
-Se fue, padre se había ido, ni aún guardo recuerdos suyos. Debió de ser muy duro. Pero yo nunca pude sentirla a ella. Teníamos regalos en navidad y en nuestros cumpleaños y en los santos, yo los disfrutaba siempre, pero cómo si cayesen del cielo, no como si viniesen de ella.
-Era sufrida, quería lo mejor para nosotros.
-Cuando dejé embarazada a Felisa, se hizo cargo de la muchacha y del niño mientras yo hacía la carrera; cogí psicología, lo recuerdo, para poder irme del pueblo. No pensaba regresar.
-Y Felisa se fue a la ciudad a buscarte siete años después y consiguió  rehacer su vida con el abogado.
-Luego mamá se puso enferma y os ocupasteis vosotras.
-Alguien tenía que estar.
-Por eso la llamaban la casa de las brujas, por nuestra familia. Desapareció el bisabuelo, desapareció el abuelo, desapareció Padre. Desaparecí yo. Una casa de mujeres, de mujeres trabajadoras, de mujeres fieles, de mujeres solas. Nunca la sentí.
-¿Lo has decidido ya?
-Si. Los campos se los reparten Cristina y Luisa. María y Susana se quedan con el dinero de la familia. Tú, Ariadna y Soledad no quereis formar parte del reparto. Mis abogados dicen que es un reparto justo. Que yo me quede con la casa.
-Sabes que todas hemos querido vivir aquí, aunque Ariadna y Sole tienen casa en la ciudad.
-Nunca sentí a Madre, quizás así lo consiga. Pero vamos, se hace tarde. Quiero empezar este mismo atardecer. Derruiremos juntos el ala vieja, cómo te dije, tengo la retroexcavadora preparada, luego mezclaré las cenizas de Madre en los escombros, con la última luz, y mañana comenzaré a construir la parte nueva.
-Sabes que Madre quería descansar en el lago, Cristina y Susana...
-Olvídalas, siempre han estado trabajando, ahora me ocupo yo. Yo decidiré que se hace con sus cenizas.
Y Jaime se dirigió a la potente máquina, encendió, arroyo, retrocedió y volvió a arroyar, una y otra vez. Cuando se hubo asegurado del trabajo hecho tomó las cenizas de su madre, bajó del aparato y se dispuso a abrirlo para extender los restos. No lo hizo empero, algo le sobresaltó. Siete sombras rodeaban la suya, y de cada ladrillo roto un trocito de material blanco sobresalía. Se dio la vuelta.
-¿Estáis todas? ¿Qué haceis aquí?
-Esta es la casa de las brujas, es nuestra casa, y lo que tienes en las manos es la urna de nuestra madre. -Dijo María.
-Está bien podéis quedaros. ¿Qué demonios es lo que tienen los ladrillos? ¿Esta cosa blanca?
Preguntó dándole un puntapié al más cercano.
-Agáchate y míralo. - Se limitó a indicar Luisa
-¡Son huesos! -Exclamó Jaime- ¡Dios santo! ¡Los bisabuelos construyeron con huesos! ¡Cada ladrillo tiene el suyo!
-No.- Contestó Mercedes- El abuelo desapareció. La bisabuela construyó con huesos, y la abuela construyó con huesos, y madre construyó con huesos. Todo tiene una explicación. Esta es la casa de las brujas, una casa de mujeres, de mujeres trabajadoras, de mujeres fieles, de mujeres solas. Tú tendrás tu parte. Eres el varón. Y tenías razón, va siendo hora de renovar ciertas partes del edificio.

Redes: Fin de la primera jornada




Una hora y media tardaron en elegir lo fundamental. Jorge estaba mentalmente extasiado por haber elegido unos cuadernos y libros para el ocio. La señora mayor parecía estar complacida.

-Bien, bien, bien. Ya has elegido bastante. -Proclamo ella- Ahora voy a elegir yo a tus ayudantes, te informo de que no nos vale cualquiera, tengo por norma elegir bien. Han de tener todos palabra abierta, así te entretendrás, pero ser asignados a clase inferior a índigo. ¿Porqué? Muy sencillo: Solamente se la podrás otorgar tú, por eso quiero que salgan ganando. Muy importante: Para otorgársela debes nombrarlos, dar dos palmadas, pronunciar "palabra abierta" y volver a palmear dos veces. Ningún condenado a compañero tendrá tiempo de recreo libre en presencia de un semejante que esté disfrutando de recreo libre, solamente el jefe de grupo puede disfrutar de tiempo de recreo libre en presencia de un semejante subalterno. Así que asegúrate de programar bien sus premios si te dejan hacerlo. Que no interfiera con sus o con tus deberes. Parece fácil, pero a veces... Ellos tendrán su propio ajuar, no te preocupes si toman un camino distinto al tuyo, aparecerán cuando tengan que aparecer.

Dicho esto, justo cuando regresaban al mostrador dónde fuese atendido hora y media antes, la mujer cerró palabra palmeando tres veces seguidas. Allí había cinco condenados esperando.

-Dime qué necesitas Jorge.

Jorge comenzó a hablar sin ser él mismo el que moviese un sólo músculo de su cara, boca o lengua:

-Necesito ayudantes fornidos. Armas de fuego y personales. Ordenadores portátiles. Guías de programación y una estación independiente para gestionar vehículos, equipaje rodante, maquinaria agrícola, de construcción, expeditiva y a todos nosotros los compañeros. No son tres, son tres directos. Compruebe la lectora, cada uno de los directos deberá tener cinco adicionales. Sin palabra otorgada. Conviene que los directos marchen conmigo, los adicionales puede conseguirlos más adelante.

-¡Santo cielo! Y yo que pensaba que ibas a tener suerte.

La mujer comenzó a pasar la lectora por las nucas de los allí presentes.

-Hum, multas de aparcamiento... Va a ser que no. Locura transitoria... Tampoco. Estafa inmobiliaria, podría estar bien, pero es un enclenque... Si no te molesta, Jorge, siéntate un rato en ese banco y mientras atiendo a estos pobres, ya irán llegando más. Seguro que antes o después lo logramos.

A las 13:40, unas cuatro horas después de haber ingresado en aquel almacén, el cuerpo de Jorge y su primer ayudante directo, Carlos, se levantaron del asiento dónde habían permanecido. La encargada de la selección comentó:

-Ya veo, es hora de comer. ¡Tranquilos! Marchaos, ya me iré yo también en cinco minutos.

Los cuerpos de Jorge y Carlos se pusieron en marcha, se dirigieron al primer ascensor de bajada que encontraron abierto. Uno de los dedos de Jorge presionó el botón de la planta segunda mientras su boca exigía "No te alejarás de mí más de lo imprescindible en tu hora y media de recreo libre" "actuarás primordialmente cómo escolta, sin que ello denigre otras funciones de las que puedas hacerte cargo simultáneamente" "La función de seguimiento. vigilancia y recuento de equipaje quedarán asignadas a uno de tus ayudantes" "La comida será elegida adecuadamente para soportar entrenamientos de alto funcionamiento."

-Oído señor. -Contestó el subalterno ante el terror psicológico de Jorge.

Los dos cuerpos salieron justo entonces del ascensor, tomaron la comida del bufet del edificio, se sentaron a una apartada mesa, en un rincón y tras realizar una copiosa ingesta volvieron de nuevo al ascensor. Desde allí pulsaron el sótano y encauzaron sus pasos hasta el pequeño gimnasio del edificio

Jorge y Carlos. una vez ingresados en la sala de cardio, comenzaron a entrenar, al principio con paradas cada cinco minutos, después cada diez y tres horas después pararon, se sentaron y al instante recibieron una visita.

-Hola, soy Ivana, soy ayudante de Jorge.

Les espetó una mujer de unos treintaicinco años, morena, muy alta y muy fornida.

-Helena dice que podéis subir a descansar con ella. Yo debo entrenar.

Los cuerpos de ambos hombres retomaron el camino hacia el almacén. Dentro de su cuerpo, Jorge se apesadumbraba por no haberle preguntado el nombre a "Helena". Cuando aterrizaron junto a ella les esperaba con una enorme sonrisa.

-Hola chicos, os presento a Javier. Acaba de llegar. Espero que os llevéis bien.

Jorge se encontraba físicamente agotado, además quería despedirse de Helena, sin embargo sus piernas retornaron el camino hacia el ascensor y tras él las piernas de Carlos y de Javier, que se encontraron con las piernas de Ivana que acababa de salir del ascensor contiguo. La bajada, no obstante, no fue inmediata. Más de una treintena de maletas autorodantes se introdujeron con ellos en el ascensor.

Las maletas les siguieron a la salida de aquél palacio jurídico medio, pararon con ellos mientras recogían cuatro mascarillas de protección contamínica y atravesaron medio kilómetro de túnel de transporte andando. Cuando llegaron al final del túnel encontraron un pequeño hostal, desde fuera podía leerse: "En este hostal tenemos cubículos para acompañantes, tendrán lo que usted no puede tener: Incluso videojuegos" El grupo se dirigió a la admisión del hostal, las treinta maletas se autodirigieron a la planta inferior y a cada uno de ellos se le asignó un cubículo estrecho, con una cama, una silla y una mesa, un pequeño televisor y una consola de videojuegos.

-No os preocupéis si sois nuevos, vuestros cuerpos dormirán ocho horas, estarán totalmente a salvo en los cubículos. Dentro de ocho horas y media se os servirá un desayuno con café y tostadas, se os abrirá el acceso a las duchas y regresaréis a vuestros cubículos bien limpitos, allí tendréis vuestra primera hora y media libre. Ya aprenderéis a jugar a videojuegos. Algunas veces me gustaría probarlos. Los que terminan su condena siempre los echan de menos.

Si Jorge hubiese sido libre estaría temblando de miedo y terror, casi desfallecería por el cansancio físico y seguramente se sentaría angustiado en una de las sillas de admisión. Pero Jorge no era libre, por lo que su cuerpo era más fuerte que sus pensamientos, el miedo, el terror y la angustia no existían en él y el cansancio físico no era un impedimento lo suficientemente poderoso para dejar de caminar.

Recibió el número de cubículo asignado y tomó el ascensor junco con Carlos y Javier. El cuerpo de Ivana pareció encaminarse hacia las escaleras. Una vez hubo ingresado en su cubículo, el cuerpo de Jorge se tumbó y tapó con las sábanas y cómo si con un interruptor hubiese sido desconectado, sus ojos se cerraron, su cuerpo se relajó y su mente comenzó a proyectar las imágenes de un sueño.



En el sueño un excelente orador le aconsejaba sobre la utilización de la televisión y de los videojuegos, se le conminaba a prestar algo de tiempo libre a la meditación sobre emociones estando en dicho estado, a mover las diferentes articulaciones voluntariamente y a no dedicar el cien por cien de su tiempo en aquello que estaba prohibido a los habitantes normales. La televisión y los videojuegos estaban prohibidos a los habitantes libres por algo y aunque los compañeros tenían acceso a ellos, no había que olvidar que existía la posibilidad de leer y mantener la conexión con el propio cuerpo. Finalmente se le deseaba a Jorge la mayor de las suertes en su nueva condición y se le explicaba que mas adelante podría elegir la música que deseaba escuchar mientras su mente entraba en el estado de reposo correspondiente al de su cuerpo.

Jorge deseaba llorar y gritar mientras una acogedora sintonía de Miles Davis sonaba en su cabeza.




Redes: La condena


Jorge, o mejor dicho, su cuerpo, se dirigió a la gran puerta de la gran sala, agarró con naturalidad el pomo alargado, lo giró y atravesó, durante minutos, un largo pasillo con otras puertas similares a la que había abierto; entre ellas, estaban situados los bancos de espera. Al través de aquellas enormes puertas se podían escuchar voces tumultuosas: grandes "oh" y grandes "Castigo, castigo". En los bancos algunas personas sollozaban, tal vez fuesen familiares de acusados, tal vez familiares de víctimas de injurias, la mayoría vestían de distintos tonos de verde.

Era así, la mayoría de los verdes no soportaban vestir los ocres, grises, marrones, negros y blancos, ni siquiera los entre colores aguamarinas, tejas y otros: Necesitaban hacer saber que eran clase verde con toda su nítida ordinariez. No trataban de disimular como las clases bajas, ni tenían el gusto de las clases altas. Salpicando su visión aparecían los guardias, fornidos y altos, de uniforme, con sus gorras, sus porras y sus pistolas activadoras.

Mientras Jorge caminaba, una de las puertas que tenía delante comenzó a abrirse, los guardias cercanos se situaron a ambos lados del gentío, ansioso por regresar a sus quehaceres.

El cuerpo de Jorge se situó junto al banco contiguo, de espaldas a la pared, su cabeza, antes libre, que le había permitido explorar la situación, se tornó gacha y rígida, solamente sus ojos, dentro de la línea de visión del suelo, eran suyos, y aún sabía que, llegadas situaciones determinadas, tampoco le pertenecerían. Deseaba seguir llorando, cómo antes de la activación, pero simplemente no podía, la serenidad de su cuerpo, de su ritmo cardíaco, le permitían pensar y divagar sin impedimento, pero apenas sentir en consonancia.

La mayor parte de aquella gente había salido ya cuando Jorge tornó a tener voluntad sobre su testa. El cuerpo se puso en marcha de nuevo, siguiendo el camino de la mayoría que marchaba frente a él. Su paso era casi jovial, con el paso despreocupado, ágil, pero no rápido, balanceando los brazos alternativamente como si acabase de salir de una fiesta en la que se hubiese enamorado. En los bancos podía avistar miradas de reproche al uniforme de acusado. Afortunadamente sabía que solo era una molestia pasajera. Pronto le asignarían un atuendo entre color difuso e intrascendente, nadie salía de aquellos edificios sin un equipaje adecuado para la reeducación en campo, ni tan siquiera los perpetuos: Las condenas más largas podían llegar a ser reestudiadas.
 
Llegaron al fondo del pasillo, nueve ascensores marcaban bajada, su uniforme se plantó frente al único que marcaba subida. Esperó apenas dos segundos para poder subir; le habían hablado de aquello, de la terrible experiencia de hallarse conectado en red con los artilugios controlados informáticamente; de visionar cómo tu cuerpo se hallaba prácticamente sin obstáculos, pasando pasos de cebra, llegando justo cuando las puertas del transporte público se abren, o llegando a los lugares predestinados en las horas de menor afluencia (gracias a las cámaras de seguridad), tal vez, no fuese tan malo después de todo.
 
El ascensor llegó al último piso, el decimoctavo, Jorge salió, llamó al timbre de la primera puerta a su derecha., ésta se abrió lentamente, se plantó frente a un mostrador sucio y desgastado. Allí una mujer mayor salió a su encuentro.
 
-Veamos que tenemos aquí, tranquilo muchacho, no hace falta que me contestes, la lectora me indicará qué es lo que debo darte.-Dijo la mujer procediendo a pasarle el equivalente a una lectora de código de barras por la nuca- ¡Vaya por Dios! ¡Has tenido suerte!- Prosiguió la voz fuerte y clara de la casi anciana- ¡Eres asignado a un miembro de la red Iris! Ja ja, no sé qué habrás hecho, pero mereció la pena. Humm ya veo tus ojos ditirambos, tranquilo, además tienes modo palabra abierta, eso me permite hablar contigo si quiero, veamos. ¿Vas a estar tranquilo? ¿Nada de ponerte a dar gritos? Bien. Plas Plas- La mujer dio dos palmadas bien audibles- Palabra abierta. Plas plas. -Se oyeron las dos palmadas finales.
 
- Ya puedes hablar conmigo... Puedes hacer la prueba.
 
-Hola buenos días.
 
-¡Hola!
 
-Gracias
 
-De nada. Verás, cómo compañero de miembro de la red Iris vas a tener bastante ajuar de novio, por lo que tendrás que disponer de al menos tres coadyuvantes. El caso es que tardaremos tres horas o así en conseguirlos, porque hoy el edificio no tiene mucho trabajo. No vayas a creer que el sistema está otorgando compañeros a diestro y siniestro.
 
-Tendré paciencia
 
-Si, bueno, supongo que no te va a quedar más remedio que tenerla- Sonrió malévolamente la señora.
 
-El caso es que me aburro, siempre elijo yo la ropa y todo el material asociado. Hoy vas a elegir tú conmigo. Vas a estar con red Iris. ¿Te he dicho ya eso? Para que lo entiendas, no solamente tienes derecho a vestir todos los atuendos, tienes la obligación de elegir uno de cada cómo mínimo, recomendable que al menos diez modelos distintos de azul índigo e iris. El material asociado con tu caso particular está abierto. Parece que puedes elegir los nuevos objetos personales que te parezcan oportunos. Hasta un máximo de tres maletas rodantes. ¡Hey, eso son noventa kilos! ¡Te ha tocado el gordo! ¡Y seguro que cuando te vuelva a palabra cerrada me pides más! Ya verás cómo nos divertimos muchacho.
 
-Si, supongo que si.
 
-No me mires tan compungido, no creo que seas un angelito. Aprovecha que estoy de buen humor y vamos adentro. Te mostraré lo que puedes elegir. Por cierto ¿Prefieres empezar por el vestuario, o te recomiendo material de oficina? Red Iris me suena a eso, no estaría mal escoger unas cuantas libretas que te gusten.
 
-¿Libretas? ¡Si! ¡Quiero comenzar por eso!
 
-Bienvenido a tu condena.

Redes: El juicio.

Bajo el techo aquel palacio jurídico medio, los veinticuatro grados Celsius se hacían insoportablemente agobiantes para los trescientos cincuenta y un jurados; escogidos aleatoriamente entre los habitantes de redes verdes y superiores, no así para el acusado.
 
Era lógico que al jurado se le viniesen encima aquellos calores, provenientes cómo eran de dichas redes, dónde la climatización era meticulosamente mantenida entre veintiún y veintidós grados. El juez y los guardias del palacio eran cosa aparte, aún pertenecientes a red índigo y a red verde superior tenían excepción penitenciaria, por lo que su acceso continuado a zonas poco agradables les hacía soportar con indiferencia grandes periodos de tiempo bajo este clima. En realidad los veinticuatro grados Celsius eran una circunstancia pertinente para apresurar al jurado, para amedrentar a los testigos, para castigar al acusado y para descolocar a todo el que no estuviese acostumbrado. Lo excepcional era que el acusado no se encontraba en un palacio jurídico bajo, era de origen de red roja baja y solamente había logrado subir en su evolución a red roja media, esto era lo que casi le otorgaba cierta divinidad ante todos los presentes, pues acostumbrado a variaciones entre los dieciocho y los veintiocho grados aparecía incluso más lozano que las fuerzas del orden allí presentes, que cómo mucho tenían la ingrata experiencia de haber laborado en cárceles medias.
 
Jorge había traspasado los límites de su red, y allí estaba presente, no por excepción favoritista, ni de control, Jorge había traspasado los límites de su red por excepción crítica de riesgo publicitario y absorción de responsabilidades. Es decir, que a nadie de su grupo de redes, rojas, naranjas e incluso amarillas, debía llegarles la más mínima noticia de Jorge, de su acusación, del delito imputado ni aún de su futuro. No solamente eso, se requería la presencia de un juez índigo superior para dirigir un proceso con la acusación que se le hacía a Jorge.
 
- Señoría, voy a ahorrarles tiempo, soy culpable. He intentado hackear el sistema de autodirección de un coche de red iris. Sé muy bien la pena, red iris son principalmente los miembros del gobierno. Sé que no tengo defensa, sé mi pena. Tenía que intentarlo, mi gente no llega a la documentación para subir de nivel, ni siquiera dispone de tiempo para ello. Solamente quería llegar un poco más alto para exponer mi queja, que alguien me escuchase de una vez por todas. Los turnos de trabajo son extenuantes y para que alguien te dé un pedacito de papel con unas cuantas fórmulas matemáticas tienes que suplicar meses a algún pirado malnacido y ególatra de red naranja. Tengo treinta años, nací en red roja baja, no creo en el sistema de subida gradual génica porque si quería subir hasta dónde estoy no podía disponer de tiempo para una progenie. Simplemente quería hacer esta denuncia.
 
-Bueno jurado- Se insertó la voz del juez- Aquí le tienen, se declara culpable, así que todo el mundo puede irse a su casa. Se condena al acusado a activación de por vida de modo compañero. Sería bueno que prestasen un poco de atención a los individuos amarillos para que elijan mejor sus puntos de ascenso sobre los naranjas en relación con la dispensación de información educativa proactiva. Se cierra la sesión.
 
La sala entera, con excepción de Jorge y tres guardias, se dispersó en menos de cinco minutos. Jorge lloraba mientras se acercaban a él con la pistola activadora.
 
-Tranquilo, dispondrás de una hora y media mínima de recreo libre, además en cláusula se te ha adjudicado la disposición de persona culta, por lo que es muy posible que la persona a la que sirvas te deje en modo palabra abierta de vez en cuando, sobre todo si tratas de llevarte bien con todos y no metes mucho la pata. Nunca vi que se la adjudicaran a un rojo. Suerte.
 
-Clackclackclack- Sonó la pistola activadora sobre la nuca de Jorge, y Jorge comenzó la experiencia de ser un compañero desde la consciencia aterradora de observar cómo su cuerpo se ponía en marcha hacia la dirección desconocida para él de su nuevo dueño.

Entropía.

Miro a mi alrededor y soy consciente: todo está en mi cabeza. Los amigos, los vecinos, la urraca que sobrevuela la terraza con su enredadera y su aloe vera; los disgustos, las desilusiones, los virus que amenazan la ciudad con la gripe a y el mal del ébola. Todo, todo está dentro de mí, de esta bola alargada, oblonga, que mira y que recuerda. Ese es el milagro: nada toca nada, montones, millones de átomos, con sus electrones separados que no se rozan, que como mucho se afectan; pero vemos, sentimos y curioseamos. Consciencia, un hilo conductor paralelo a lo que llamamos nuestra vida, enclavado en unas coordenadas precisas en las que las dimensiones bailan sobre la omniscencia. Y en el medio de todo, como cómplice amante y enemigo pertinaz: El tiempo. Una decisiva y simple dimensión más. Y mientras esperamos saber algo que no vislumbramos: La entropía. Marcando el vértice de nuestra espiral. Cambiemos el rumbo.

Francia 2036

Desde que me fuí a vivir a Francia tenía un gran despiste. Yo iba al supermercado un par de veces a la semana, y había de todo, buenas carnes, buenos pescados, buenas frutas y verduras... El problema era que necesitaba algo con que condimentarlo todo pero no encontraba especias. Al principio se las pedía a mi madre, que me las mandaba toda ella obsequiosa via correo, aunque algunas veces daban problemas en la aduana, sobre todo cuando añadía unas poquitas de espinacas en la bolsita dentro de la caja. De vez en cuando tambien compraba comida precocinada, que ya venía aliñada y olorosamente aderezada. Pero no era lo mismo. Claro que tenía la impresión de que mi gran problema era el idioma, si digo la verdad me fuí a aquél pais huyendo de las dos décadas de anarquía de mi tierra de origen. Y es que no había manera... o eras de una de las dos izquierdas o eras de una de las dos derechas, pero no podías hablar de nada en serio; y claro, así... pués eso, que solo llegábamos a poder elegir gobiernos autonómicos; en los últimos tiempos, después de mi partida, me han dicho que mi terruño empieza a desarrollar una especie de estado federal, pero no me creo nada, que veinte años de no ponernos de acuerdo son muchos años. Y los periodicos... a sus anchas con la historia de la desinformación, que muchos afirman que los intereses de unos, los de los otros pero puede incluso que sea el aburrimiento de los periodistas, que es un trabajo extremadamente dificil y nadie tiene cabeza para tanta información. Es más fácil recurrir a sucesos y generalidades, por supuesto tiene mas público. Sea lo que fuere, no sabía que era Europa hasta que aprendí el francés suficiente para preguntar donde se conseguía comino, oregano y albahaca. La respuesta me dejó maravillado: Sube al tejado de tu comunidad, es gratis. Ahora sé porqué las mujeres francesas tienen chic.

Tierra

-Hermanos, desde que el neomaltusianismo ganó la batalla tán solo los mejores quedamos en pié. Reparar los robots que reparan los robots que reparan el resto de las cosas es nuestra única misión. Areas tan bastas de edificios y salas que poblar con nuestras actividades más caprichosas; ciudades de edificios emblemáticos con apenas ruinas ya de las casas que empañaban su belleza, comunicados por kilómetros y kilómetros de túneles de metros sin mendigos, sin vecinos, sin peleas, sin llantos de niños. La tierra de la eugenesia, bendita tierra, donde por fin hay lugar para el resto de las especies. Nuestra tierra, llegará a su fin pronto. El asteroide que predicen nuestras computadoras no ha sido detectado a tiempo, faltaba un buen ojo avisor humano que intuyese la destrucción antes de que saltase la alarma.

Pena

La pena nació conmigo, lloró, me acompañó, me hizo fuerte. Luego, según fui creciendo, fué marchándose a ratos, explorando otros lugares, otras personas, pero seguía hablandome al oido. Tuvimos suerte, dinero, risas y vacaciones, nos gustaba lo que veíamos y nos sentíamos seguras. Decidimos separarnos una temporada y contarnos después, y yo fuí feliz. Pero la pena volvió de golpe, contandome todo lo que había acaecido en mi ausencia, recriminandome todos los imposibles actos no representados en las escenas de mi vida, gritandome y chillandome la realidad de nuestras situaciones, bajandome del pedestal de mi pasajera y vacua alegría. Cerré los ojos, un instante, una vida, cuando los abrí la ví de lleno y supe que era mia.

Encelado

-Encelado, el paraiso de la bacteria que nos falta.
-Si, allí iremos. Pasado mañana partimos para aprovisionar a la familia del satriya reinante.
-¿Sabes una cosa? Estoy seguro de que si no fuese por que el satriya reinante es telépata, gracias a la bacteria que vamos a recoger, no sabría del miedo que le tengo, por lo que no le tendría tanto miedo y la utilizaría en beneficio propio.
-Resulta curioso ¿Verdad?
-Siempre me he preguntado que pasaría si robase uno de esos pequeños tubos de ensayo que utilizan para su vigésimo cumpleaños los miembros de la familia. Si lo ingiriese. ¿Será cierto que duele tanto el estadio de pupa?
-Cada vez que he visto a uno de ellos tomar la bacteria se ha pasado al menos un año gritando. Dicen que es por el cambio que provoca en los neurotransmisores del cerebro, que llegan a tener alucinaciones, que sienten como la energía del universo se desgarra para dejarles hueco, pero que la sienten como propia.
-Entonces gritarían todos ellos, no creo que sea eso. Sus vidas se acortan. Para qué me voy a engañar, también a eso le tengo miedo.
-Pero después llegan al extasis, a la telepatía, a la telequinesis.
-Y para llegar a ello se tiran un año oliendo a excremento. 
-Tienen el mayor poder que haya soñado el ser humano. En toda la historia de la especie.
-¿Porqué ellos? ¿Porqué no podemos nosotros tomar esa dichosa bacteria?
-La leyenda cuenta que por el siglo veintidos de la era cristiana se realizó un viaje tripulado por primera vez, que recogieron muestras y las inyectaron en chimpances para poder trasladar viva a la bacteria mientras volvían a la Tierra. Se había estudiado previamente cuál sería el animál más idóneo cómo huesped a partir de bacterias muertas de viajes no tripulados. Durante el camino de regreso los chimpancés entraron en estadio de pupa. Chillaron y chillaron, los mantuvieron vivos a pesar de la empatía que despertaron. Cuando aterrizaban ya se habían hecho con el control de la nave y de sus tripulantes. Habían adquirido todos los conocimientos del equipo humano. Pero lo más asombroso estaba por llegar, eran infinitamente piadosos, seguían unas normas parecidas a las del hinduismo y convencían a todos de que debían ser obedecidos. Consiguieron gobernar la Tierra, durante su corta existencia, pero en la Tierra la bacteria no se extendía, quedaba inocua y esteril. El gobierno de aquellos chimpances fué prospero aunque corto, cuatro años, más los seis de viaje, más los cuatro de vida anteriores a la expedición. Y cuando murieron se temió por la supervivencia de la especie humana. Se llevó gente a Encelado, para tomar allí la bacteria, pero morían, antes o después, con mayor o menor dolor, uno tras otro viaje en balde. Hasta que se consiguío acortar el viaje y se trajo aquí viva, sin huesped, eso aumentó la cantidad de pruebas. La familia Satriya era la indicada, el primero de ellos tomó la bacteria aislada del ambiente terraqueo, consiguió pasar la fase de pupa. Y sobrevivió. Era la marca de sus genes. Aún hoy en día con quinientos miembros transformados, la familia sufre perdidas de un quince por ciento de sus descendientes al tomar ese poderoso microorganismo. Apenas logran incrementar su número, mueren a los veinticinco años y solo pueden tener progenie hasta después de tres años de la ingesta milagrosa. Dicen que la bacteria se infiltra en el cerebro, que ejerce de agonico y antagonico y que llega a regular el microarn-m cambiando completamente la sintesis de proteinas de todo el cuerpo. 
-Increible. Y nosotros viajamos hacia allí pasado mañana. ¿Porqué lo hacemos?
-Porque su gobierno es bueno.