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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

pizzabots

El despertador de Almudena subió a su cama y le lamió la cara, cómo era su costumbre, Almudena, cogió la réplica de hueso y la lanzó por la puerta abierta de su habitación, hacia el pasillo; el despertador cogió el hueso y se quedó en la puerta, observando la efectividad de su labor; si Almudena volvía a dormirse, el despertador repetiría la acción en unos diez minutos; hoy no era uno de esos días, hoy había dormido bien, la labor inquisitiva del despertador no era necesaria, como tampoco eran necesarios el par de toques en la cabeza del despertador que acostumbraba a dispensarle cuando no requería de sus servicios, pero tras ponerse las zapatillas de andar por casa se los proporcionó. Era una forma de hacer un gesto por el medio ambiente, le gustaba tenerlos, de así el despertador salía del modo espera, se dirigía a la puerta, se sentaba, introducía su cola en el cargador de corriente continua y no volvía a ponerse en marcha hasta el día siguiente.

Almudena se dirigió a la cocina, puso la tostadora en marcha y se preparó un café con leche de cabra. Hacía dos décadas que había dejado de beber leche de vaca, una suerte de mal olor, que sólo ella podía captar, le había prevenido de los estadísticos síntomas que la población en general comenzaba a padecer con relación a la ingesta comparativa. Hace dos décadas habría sido un golpe de suerte, pero hoy en día suponía un puntaje nada desdeñable en la atribución de méritos genéticos: Un puntaje de 100 supondría la dispensación de nicotina por ejemplo, uno de 200 un acceso a documentación necesaria para estudiar y subir en la pirámide laboral... La posesión de genes tan raros y extraordinariamente eficaces, para una percepción que procuraba tantos beneficios en la salud, le otorgaba 2000 puntos. Con 2000 puntos uno salía del grupo medio de individuos aceptables, (aquellos a los que se les procuraba una vida de trabajo sin dejar de trabajar), uno entraba en el estimado grupo de altamente deseables; se abrían las puertas del ocio, siempre se podía seguir trabajando, pero solamente si se deseaba; la documentación a la que uno quisiese tener acceso se mostraba claramente estratificada, el sistema tenía en cuenta los gustos y la información era proporcionada a la rapidez de asimilación que uno quisiese mostrar con cada tema en particular. Además de gozar del doble de participaciones en los sorteos de procreación anuales, se le administraba alimentación apta para procrear de forma natural y se fomentaba, con puntaje acumulativo, que uno dispensara a su progenie natural la educación que gustase. Ni que decir tiene que los clubs de altamente deseables eran una autentica gozada, lugares donde uno podía relacionarse, de verdad, con todo tipo de individuos, con destrezas cautivadoramente atrayentes o fascinantemente curiosas; pero raramente llegaba a tener encuentros íntimos con sus miembros. En realidad no le atraía mucho tener hijos naturales, aunque tampoco descartaba la posibilidad de encontrar a alguien especial que le hiciese cambiar de idea. Por ese lado perdía la posibilidad de ganar puntaje, pero siempre pensaba que el hecho de estar en posesión de otros 500 puntos por ser ambiope sin padecer complicaciones oftalmológicas lo compensaba. Por eso seguía apuntada en la lista de seguimiento génico, se sentía afortunada con los resultados, aunque el sueño de volar a Isla Tradicional seguía estando radicalmente fuera de sus posibilidades. ¿Pero a quién le interesaba poder probar leche de vaca tradicional para saber si sabía igual de mal que la que se dispensaba al resto de la población? A ella... Seguiría soñando con tener un perro natural.

Y soñando seguía mientras se dirigía a la ducha, se preguntaba si sería acertada una visita a las salas de úteros artificiales. Se sonreía a si misma con las ideas que le venían a la mente sobre aquellos tiempos en los que las mujeres se sentían intranquilas con respecto a su implantación genérica. No es que la historia fuese una de sus grandes aficciones, pero la noche anterior había estado indagando sobre el tema. Obviamente se había demostrado ampliamente que el tener dos parejas de X en el genoma producía ventajas nada desdeñables en las características de los individuos dentro de la sociedad, pero no siempre fue tan obvio y mientras se duchaba pensaba en aquella Gran Dama Eugenia de Catrata que defendió los úteros artificiales y la críeducación profesionalizada sin tener nada seguro que algo tan fundamental como el hecho de ser mujer se perpetuaría en el tiempo como una característica deseable. 

Mientras se secaba las tímidas gotitas que quedaban sobre su cuerpo, su mente, cambió de tema, acordándose entonces de los tiempos en los que se impuso la corriente alterna como medio de transmisión de la electricidad. 

Se vistió y llamó a una amiga.

-Desiré

El equipo de realidad aumentada puso en marcha la solicitud.

-Acepto Almudena- respondió su amiga plantandose en mitad del salón.

-Hola cielo ¿Que tal estás?

-Estoy de los nervios Almu, tengo un miedo terrible, cada vez que oigo el ascensor pienso que va a ser uno de esos pizzabots pirados.

-¿Pizzabots pirados?

-¿No te has enterado?

-Pues no...

-No estoy presentable, estoy de los nervios, están en el barrio, hace dos horas escuché un grito en la calle, seguro que ha sido uno de ellos. ¡Por el amor de Dios no salgas a la calle! ¡Tenemos privilegios de puntaje: las puertas se abrirían! ¡Tienen que cambiar el sistema! ¡Dios! No, no estoy presentable. Mira Almu, tu lee el periodico de hoy, respira, pon la criabot en modo médico por si te da un ataque de ansiedad y dentro de cuatro o cinco horas si quieres me vuelves a llamar. Si te sientes mal llama a otro. Yo... ¡No puedo ayudar! Cuelgo Almudena.

Y la comunicación quedó cortada dejando a Almudena seriamente preocupada.

No es que Desiré hubiese destacado nunca por su estabilidad emocional, pero su amiga se veía seriamente desbordada. Estaba bien que la hubiese avisado de que no debía salir a la calle, pero más que preguntarse el porqué no debía hacerlo se preguntaba porqué teniendo esto claro seguía tan claramente perturbada; no había nada que temer dentro de una casa ¿O si?

Almudena acudió a la impresora, hacía al menos una semana que no leía ningún diario. Le echó un vistazo a la noticia de portada: "Un Radical se inmola en una pizzería al grito de: "Quiero volver a Isla Tradicional"".

Curiosamente las pizzas parecían estar causando muchos problemas ultimamente. Encendió la impresora e introdujo el periodico reescribible en la misma: Era el método más rápido para obtener noticias de última hora. Más rápido que el servicio de noticias de la realidad aumentada, que, a veces, suprimía las connotaciones más aventuradas. El papel salió recién reimpreso y cuando lo cogió aún estaba templado; en primera plana aparecía:

"Pizzabots enloquecidos

Van cuatro víctimas mortales y cinco heridos en la última hora, los servicios nacionales de robótica están tratando de desactivar los pizzabots del municipio.

Al parecer la primera víctima se ha producido a las 6:45 cuando un empleado de diseño fotográfico se proponía tomar un tranquilo desayuno antes de acudir a su puesto de trabajo: Un pizzabot, del modelo AE276, de la pizzería Tain, situada en el 67 de la calle Ortiz, le seccionó parte de la yema del dedo meñique con su cuchillo. La víctima no reportó el incidente de inmediato por solicitar asistencia sanitaria..."

Almudena no podía creerlo: ¡Un pizzabot que mata personas! En ese mismo momento escuchó el ascensor que se ponía en marcha en la escalera.

"...al parecer este lapso de tiempo dio lugar a que la parte del dedo meñique seccionada fuese dispensada, por el mismo pizzabot, como parte del producto destinado a "prueba del día" a una pequeña de seis años, quién marcó con un "me encanta" el producto dispensado..."

La puerta del ascensor correspondiente a su planta sonó mientras se abría.- "No puede ser un pizzabot loco, será algún vecino". - Pensaba la mujer, pero el caso es que quedándose involuntariamente  paralizada y a la escucha no se escuchaba ningún sonido de llaves ni ninguna puerta abriendose o cerrándose. Al cabo de un minuto de silencio recobró las fuerzas para seguir leyendo:

"...Otros cuatro pizzabots del municipio captaron en red la aprobación del nuevo ingrediente, procediendo sin demora a su integración en el producto. Por los datos de que disponemos en estos momentos al menos tres pizzabots de los cuatro dispusieron de aprobación humana. Aunque parezca increible les dio tiempo a cocinar pizzas con carne humana antes de que llegasen los reportes al servicio..."

-Aghh. - Exclamó Almudena para su pesar.

Casi de inmediato algo se movió en el rellano.

-"Dios, no puede ser. No, me estoy poniendo nerviosa eso es todo..."

"...Según todos los indicios la poca afluencia de comensales en estas primeras horas del día han sido el factor propicio para que la falta de información produjese las primeras ingestas..."

-PUM- Un fuerte golpe en la puerta de su casa sobresaltó el corazón de Almudena.

-"¡No, no puede ser! ¡Será una coincidencia!"

-PUM.

-¡Auxilio!

-Servicios de emergencia. Mantenga la calma, en breves instantes la realidad aumentada le mostrará ayuda humana en su domicilio.

-¡Auxilio!

-Hola ¿Que sucede?

-¡Creo que tengo un pizzabot loco en mi casa!

-Mantenga la calma ¿Está el pizzabot en su domicilio? ¿En qué habitáculo se encuentra? No lo veo.

-¡En la puerta! ¡Está golpeando la puerta!

-Tranquila señora. ¡Chicos, el que nos falta! ¡Bloquead servicios domóticos en esta dirección!

-¡Dios! ¡Dios!...

-Tranquilicese, mandamos ayuda humana presencial de inmediato, no se preocupe por el pizzabot, acabamos de interferir todas las señales de servicios domóticos en su dirección. Ya ha pasado todo.

 "... las aprobaciones humanas del ingrediente adicional provocaron una "segunda oleada" en la que los pizzabots, antes de que cundiese el pánico, consiguieron herir mortalmente a cuatro personas. La considerada "primera oleada" se produjo hace una semana, cuando, tras la inmolación de un Radical un pedazo de carne se introdujo en varias porciones de pizzas ya servidas. Los cerebros de los pizzabots, programados para descartar una lista de ingredientes (entre los que se encontraba carne humana y substancias potencialmente tóxicas), consiguieron deshacerse de todas las porciones contaminadas. Todas menos una, que fue ingerida y aprobada. Los cerebros de los pizzabots, que también están concebidos para aprender, observaron durante esta semana el progreso de la persona que había realizado la ingesta. Al no percibir daños en su salud...  Se está estudiando la responsabilidad de la agencia de alimentación en los sucesos, ya que al bajar el nivel de aceptabilidad... al forzar a los pizzabots a aprovechar el seguimiento de las substancias accidentales introducidas... También se considera seriamente la responsabilidad de los últimos programadores..."

- ¡Señora!

-¿Si?

-Ya estamos aquí, no se preocupe. Ya ha pasado el peligro.

-No... no puedo verles bien.

-Tranquila, es un ataque de ansiedad.

Tres meses después Almudena estaba completamente recuperada. O casi. A decir verdad tenía dos secuelas, aunque ninguna era grave. La primera fué que a partir del incidente su ambiopia se transformó, a partir de aquellos sucesos necesitó usar gafas para ver de lejos, aunque tan solo tenía una dioptría. Aquello supuso la pérdida de sus 500 puntos, pero la administración decidió dotarla de 1000 por daños y perjuicios. También le dieron un billete para pasar una semana de vacaciones en Isla Tradicional... a lo que ella preguntó abiertamente si tenían pizza allí. Nunca, jamás volvió a comer pizza.

Velocidad









Madrid se discurre de noche en un atardecer eterno: sin luna y sin forzar la vista, (desde cualquier ventana que de a un patio donde los haya), puedes ver a los murciélagos, hábiles cazadores, y sus requiebros. Hacen virar sus cuerpos en el aire, adelante, atrás, de lado, en un baile que sus homólogos aéreos del día no pueden imitar. El cielo, cuando está cubierto de nubes, se muestra en tonos anaranjados e infernales, recordándonos que la estatua del Angel Caído está cerca, muy cerca de nosotros.

Las gasolineras del extrarradio derraman su luz azul y blanquecina, recostando sus cierres sobre el asfalto sediento de cualquier verano; sus ventanillas (lugares indómitos dónde la economía no tiene resuello) prometen fácil acceso a gasolinas, tentempies intempestivos, bebidas y prensa por el precio ampliamente aceptado de sus bostezantes recados, hombros resignados y ojos dolidos. 

La vigilia no cesa de engullirnos, unos detrás de otros; atrayéndonos voraz, vertiginosamente trasnochada, cada vez más cerca de esa línea quimérica que separa lo real de lo imposible.

Un grupo de muchachas ríen sus primeras salidas, se acercan a la gasolinera y piden una botella grande de agua; el carmín es morado y la negrura del rimel se ha deslizado oscureciendo su mirada; una ha bebido y su risa es escarlata; otra ha ligado, y desde sus francesitas azules, desde las que parece descalza, hasta su cabello amarillo ondea sueños locos llenos de doradas esperanzas; la tercera llega tarde y esconde de los cigarros las marcas; pagan, vuelven a casa, un coche las espera en marcha, el hermano mayor de una de ellas es el chofer silencioso de sus frágiles manos atoradas. 

Un coche rojo espera el semáforo al otro lado de la calzada; la música clásica se desliza por la ranura de sus cristales, las ventanillas apenas un par de centímetros bajadas. Dentro una pareja; él informático, con dinero, con éxito, tratando de comenzar una vida estable; ella jovial y risueña, estudiando la carrera y sintiéndose princesa; vienen de una cena; solamente una nube: el cuñado de él le ha tirado los trastos, ella sabe que no llegará jamás el agua al río, pero no puede negarse que no ha sentido frío; la sonrisa de él tiene el calor de los abrazos vacíos.

El semáforo se pone en verde, y en verde, al ponerse en marcha, un mosquito vuela, consigue volar, desde el capó, hasta una verde enredadera.

Una habitación aislada, un cúmulo de lágrimas desbordándose con las luces de la terraza, sollozos de cajera insomne, cuyos oídos siguen escuchando los pitidos de las cajas; el hambre de su soledad le acecha y le atenaza. 

La edad avanzada de un hombre escucha dos pisos arriba, sueña con los ojos abiertos que se transforma en héroe, que deja de esperar y actúa, que le toca la lotería y soluciona los problemas de toda su familia, que se trasladan al lado rico, que deja de oír sollozos, que consigue plantar lechugas. Su mujer le llama desde la cama, mañana tienen que acudir al médico, mañana.

A tres o cuatro manzanas se escucha la sirena de una ambulancia, dentro llevan a un esquizofrénico con taquicardias, un sanitario le acompaña; el conductor habla con el manos libres, está concertando una cita para cuando acabe su jornada; le estará esperando un pollo asado con patatas en la casa de su amiga, a la que conoce desde hace dos semanas. 

Una casa afortunada, tipo chalet y adosada, con garaje y dos entradas. Dentro una mujer con su herencia enquistada, tuvo que perder a sus padres para regresar a la vivienda, trata de venderla, pero no hay manera. Su carrera es lo primero, es mujer y cirujana, ayer ya perdió su último paciente, pero trata de mantener la calma, calcula la sal para la salsa.

La motocicleta de Miguel va a setenta kilómetros, a estas horas no hay nadie que le estorbe y puede repartir sus paquetes por cualquier zona de Madrid rápidamente, le gustan estos chalets, tal vez algún día… De repente se le cruza una limousina rosa, ha estado cerca, las que están dentro están locas.

En la limusina Rosa medio ahogada piensa: “dentro de tres horas Rodrigo tiene colegio, no sé cómo voy a llevarle”

Una golondrina se lanza en picado, mostrando las proezas de su vuelo, hasta el límite, para demostrar lo cerca que puede llegar del terreno, forzando hasta el estupor sus virajes en el último momento; una vez tras otra, ante el estupor de nuestros anhelos; de repente algo más vira: ha roto el punto del no retorno; justo ante nuestros ojos: ha ido demasiado lejos, sabiéndolo ha tratado de salvar la vida, ha volteado y parecería que el aterrizaje ha sido exitoso; pero sus alas no pueden alzarse de nuevo, golpean contra la acera, son demasiado largas para permitir que vuelva al cielo. Un niño lo sabe, se acerca, la recoge con sus manos, la eleva lanzándola hacia lo eterno, y la golondrina vuela, puede volver a su mundo aéreo; sin embargo ha sido demasiado tarde, todas las suyas la repudian, el motivo, más que acertado: huele a humano, no tiene remedio.