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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Postales de la mujer peluda



En una lejana ciudad, en un presente imaginario, se dieron cuenta unos extraños sucesos. Sucedió un día que en las bibliotecas del extrarradio dejaron de acoger donaciones, excepto las de literatura (gracias al cielo). Estas bibliotecas contaban con maquinitas de café, con internet gratuito, con secciones de integración, con grupos de busqueda de empleo... Y con una linda espada de Damocles sobre sus edificios, una que trataba de cobrar por el hecho de llevarse los libros prestados a casa. Con lo que no contaban era con muchos ejemplares de libros destinados al acceso a la universidad, en concreto de matemáticas( y es que todo cambia, incluida la gramática), por lo que o uno se quedaba allí o se lo llevaba a casa para que nadie más pudiese disfrutarlos. Dispuesta a todo, la mujer peluda se recorrió los grandes centros comerciales, y se dió una vuelta por las grandes tiendas especializadas del centro de la urbe. Supuso todo un paseo, por lo que perdió tres o cuatro cabellos por el camino, uno se llamaba Jorgito, otro Toribio y el más querido de todos Pacorro, el cuarto no estaba segura de haberlo perdido en aquella espantosa salida, Andres siempre fué un bala perdida. Lo raro no fué el encontrarse con la mayoría de los libros empaquetados y codificados especialmente para los alumnos de forma tan ecleptica. Vamos, que no se sabía que libros existián, suponemos que al desempaquetarlos los padres sabrán los que les ha tocado, pero resultaría imposible saber los que les tocan a los alumnos del colegio de al lado. Lo raro fué toparse con que el único ejemplar de matemáticas generales o para preparación de acceso a la universidad era el que ya poseía. Una lata, pués de siempre le gustó la diversidad. Me ha promtido, la mujer peluda, que seguirá investigando por si en otros barrios encuentra panoramas diferentes.

Niño

Que triste ser niño, que triste ser niño... condenado a lucha, solucionandose sus propios problemas. Condenado, condenado a vivir el presente, sin pasado, sin futuro, sin pensar. La consciencia atrapada en la sensualidad agreste de una paz efímera de espejos alterados. Que triste ser hombre, haber crecido con el destino salvaje del orgullo efímero y traicionero de un antiguo flagelo.

Reto caja



Criba, tras criba, mudanza tras mudanza, fuí arrinconando mi alma en el interior de una sola caja; así tuve que abandonar las lágrimas, el dolor, que tengo unido al amor, apenas deja hueco para la documentación escrita.

Caminante



-¿Y a qué te dedicas?
-Soy caminante profesional, todos los días camino cuatro o cinco horas por la ciudad.
-Te mantendrás en buena forma.
-Si, lo malo es el transmisor con GPS que me han colocado en la nuca para comprobar el kilometraje. Los primeros dos kilometros no cuentan, a partir de ahí a cinco euros los mil metros.
-Desde que pusieron el suelo electro productor hay muchos como tu.
-Es otra forma de ganarse el pan, ahora que la comida se genera mecanicamente, la medicina por inteligencia artificial., los servicios por androides.. De algo hay que vivir.

Espíritu



Algunas veces un espíritu grande,poderoso y vibrante lanza las ondas del verbo contra las arenas de la infinidad, son esas las olas en que hoy navego, y, desde la cúspide del poder que me alza, intento atisbar, por encima del mar, un buen puerto.

Soledad



Y es cuando la soledad se masca y la lluvia te envuelve en sus sábanas; cuando la luna se vuelve sombra y te llegan las notas de nostalgia; cuando desesperadas se te abren las puertas del alma; entonces es cuando se desprende jazz de la mirada
las musas bailan versos en el balancin del grafeno

Letras



Cuando las letras se desnudan y tiran sus abrigos negros al destino, cuando sus ropajes enlutados desaparecen y dejan paso a la transparente realidad, entonces las hojas blancas del porvenir toman sentido si acaso. Seguirán existiendo sus cuerpos de verbo tras las pupilas, allá tan adentro.

Luna

No tengo dinero ni tiempo, no tengo espera en la penumbra, no tengo horario de citas, no tengo besos en la laguna. No tengo claveles ni orquídeas que colocar junto a tu foto en la mesilla, no tengo tu credo ni aliento, no tengo tu mano fresca en mi rodilla. Pero por favor respeteme la Luna.

UFO


-Atención nodriza, individuo 324 perdido, imposible recibir esquemas mentales viables.
-Oído nave 1024. No pierdan las esperanzas. Aguarden ordenes.
En la nave, tras el corte de transmisión:
-J* Tío, ya hablo tan mal como estos degenerados.
-¿Cuantos indivíduos nos quedan?
-Creo que tres o cuatro y ya, reventamos el planeta. Me tienen hasta los c*, perdón, hasta decir basta.
-Nada, que les mandamos unos cuantos retoños de los nuestros, para saber a que atenernos con ellos, para saber si sobreviven entre los suyos y...
-Se los cargan macho, y eso que los hemos camuflado bien.
-Con esa atmosfera deberíamos vivir unos trescientos años, estos no llevan ni cuarenta y la palman.
-Menos mal que no llegué a conocer a ninguno de los pequeños, 324, el que no acaba loco sin remisión se nos tira por los puentes.
-Dale gracias a que los esquemas mentales los recoge el ordenador. Si tenemos que hacer trabajo de campo acabamos igual en menos tiempo.
-Esto nos pasa por darle una oportunidad al género humano.

Cata 2079



Camilo era el somellier más famoso de la ciudad. Sus recomendaciones jamás fallaban, retenía en su memoria el sabor y olor de más de 2000 vinos, era capáz de identificarlos, sin ninguna duda, con sus añadas características. En estos años, en los que la ciencia había diseñado tantos sabores artificiales que un simple mosto, con los aditivos convenientes, tomaba sabores de refinamiento supremo, tales como la crianza en barrica de roble francés, cuando en realidad jamás había salido de la fermentación en hormigón antes de su embotellamiento; o cuando la manipulación genética conseguía con una sola variedad de uva imitar vinos con tres o cuatro variedades distintas en su composición, la maestría era uno de esos dones que las gentes adineradas, temerosas de las grandes falsificaciones, de sus consecuencias en la salud, tomaban muy en serio. No sin razón la extensión de la producción y consumo del vino era tal, en aquellos años, que rara era la casa europea que no consumiese un litro diario.

La fama de Camilo, en los hoteles, en los restaurantes le abrían las puertas a nuevos caldos constantemente, su sueldo era infamemente alto, por unas horas, por unos días. Su nombre respetado no tenía parangón, o casi. Había trabajado recomendando vinos, identificando falsificaciones en la frontera, había pisado las casas de las mayores fortunas de Europa cómo catador particular para eventos internacionales.

Solamente un joven, Gustavo Roca, de apenas 20 años, podía hacerle sombra, eran muchas las voces que le empezaban a ver como la gran promesa del siglo en su ramo, que le empezaban a mimar como prodigio e incluso que le proclamaban como algo más que una sombra, como la evolución ruptural, sin parangón, que dejaría solemnemente atrás a los viejos maestros. Camilo conocía su secreto, un secreto que a él le estaba vedado a su edad, ya que, de compartirlo, tendría que empezar desde cero el aprendizaje y el reconocimiento de todas aquellas uvas. Gustavo Roca, en su niñez, bajo la supervisora previsión de sus padres, había sido sometido a una intervención especial, una especie de rinoplastia maldita, una ampliación y extensión de las fosas nasales, una reestructuración de las vías nasofaríngeas, realizada por primera vez en un humano, basándose en cientos de miles de tomografías computerizadas, que garantizaban la perfección en las diferentes corrientes al espirar e inspirar, ninguna sustancia volátil escapaba a la percepción de los receptores olfatorios de aquella mucosa nasal reconstruida, mimada y exacerbadamente odiosa.

Solamente había una forma de frenar el ascenso de la promesa, al menos en aquella década.

Una vez cada diez años, a las mejores narices, se les daba a catar la supremacía del vino, un caldo millonario, del que apenas se distribuían cien botellas al año, completamente artesano, tradicional, ecológico, de uvas de pie franco, centenario y cuyo genóma era puramente natural. Un vino además delicioso cuyo precio estaba fuera del alcance de todos. Trás aquella prueba del caldo en concreto, se procedía al descanso, y tres días después se volvía a concertar entrevista con los afortunados concursantes, entre más de doscientas substancias, muy similares, debían encontrar la copa que contenía la susodicha esencia. Este era el año en que Gustavo Roca participaría por primera vez.

En el aeropuerto de la ciudad del concurso Gustavo Roca acababa de aterrizar, un infame grupo contratado por Camilo aguardaba su llegada. Empujones, maletas, brazos, cabezas... No era difícil en aquella masificación humana, tal vez en otros tiempos, cuando los aeropuertos estaban incluso infrautilizados, pero ya nadie se acordaba de aquellos años, tan solo algún anciano los mencionaba. No, en este año no era difícil. Un accidente, un empujón, una chispa de pistola eléctrica en el momento oportuno, tan a la vista y tan oculta de las cámaras de seguridad, tan inofensiva y tan efectivamente destructora del principio de una gran carrera.

Una hora después Gustavo Roca, con la mente aturdida aún por el chispazo de energía, acudía a la primera fase del concurso, a la cata inicial, una cata que jamás podría ser recordada por el joven, ya que se hallaba aún bajo los perniciosos efectos de la electricidad.

Camilo aseguraba su puesto por una década más