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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Astros

En el principio de los tiempos nació el Sol, Astro rey de nuestros cielos. Dios le dió el dón de la curiosidad cuando le creó y, para evitar problemas con este caracter, le proveyó también del dón de iluminar cuanto mirase; y fué de esta forma que también le proveyó de la admiración y el respeto incondicionales de cuantos se hayasen bajo sus reinos, evitándole tener, sin embargo, certeza directa de las miradas de envidia y otros tantos males, que hubiese podido recabar de no tener sus fuegos el poder cegador de lo sublime.

Estando así pertrechado, le encomendó sus funciones: no dejar de mirar, por el crecimiento de las plantas, calentar la tierra e iluminar a las almas humanas que en mayor o menor medida compartiesen, en parte, su espíritu inquisidor. 

Parecería una taréa sencilla, pero lo cierto es que solamente un astro cómo el Sol podía ser tán, tán, pero tán constante en su labor. Ni un solo día se dormía; sin prisa pero sin pausa, sin ceder a la desidia, procedía con cálculo milimetrico a sus afanosos quehaceres. 

Pero ni aún el Sol podría desempeñar sus funciones sin el apoyo de los demás entes de la naturaleza, y esa es nuestra historia.

Al principio de los tiempos, el Sol tenía relativamente pocos problemas, iba haciendo su ruta con una alegría propia de la edad, descubriendo la idiosincrasia propia de la humanidad a lo ancho del globo bajo la forma de sus primeros pobladores. La mayoría le prestaban tanta atención que el Sol se sentía ufano y proseguía su rumbo emocionado.

Es realmente una lástima que cuando una taréa se repite una y otra vez, sin variaciones, pués uno... acabe aburriendose, pero son cosas que pasan. Así que ahí teníamos a nuestro Sol, adorado por todos, con el exito de saberse pieza tán importante en el devenir de los tiempos; y sin embargo, el Sol, si, el mismísimo Sol, comenzó a sentirse inquieto. Fuéron los tiempos de sus primeras tormentas (Sus primeros cambios de humor) y no solamente más de uno quedó fulminantemente ciego, sino que, además, alguno recibió lo que viene a ser... digamos que, cómo cuando uno se atusa el pelo nervioso, cuando no quiere dormir la siesta pero debe, y alguno queda suelto sobre la almohada, pués al Sol... Se le  escapó algún que otro rayito cósmico, y claro, alguno de estos rayos tuvieron repercusiones visibles. No pasaría nada si no fuesemos cómo somos, pero los hombres... Pués eso, que empezaron a aparecer alquimistas.

Los primeros alquimistas no eran del todo buena gente, algunos sacrificaban animales sólo por intentar dar gusto al Sol y que les cayese otro rayito de los suyos. 

Y el Sol, dandose cuenta del percal, se cortó un poco y empezó a fijarse más en los pequeños detalles. Poco a poco fué aprendiéndo el lenguaje de las rocas, de los pájaros, de los vientos. Y mientras se daba sus obligados paseos, disfrutaba del paisaje.

Pero, durante un tiempo, el Sol lo pasó mal incluso con esto, pués algo misterioso sucedía cuando no podía observar a las criaturas de la tierra, y él se dió cuenta.

Las piedras decían sentirse frías por la mañana, el aire amenazador y los pájaros le declaraban su amor incondicional después de haberse visto claramente amenazados.

¿Cuál era el misterio? ¿Cómo eran las cosas tán cambiantes cuando tanto se había llegado a aburrir? ¿Desentrañaría aquél enigma?

 Tanto tanto se preguntaba el Sol por todas aquellas cuestiones que otro Astro se apiadó de él. Se trataba de la Luna; un astro grande y en cierta medida muy importante, pero pareciera que de menor categoría que el Sol. ¡Quiá! Pronto reveló su importancia la Luna.

La Luna, tenía un trabajo que parecía más fácil de desarrollar, se trataba de mirarlo todo desde muchas más perspectivas, con un ritmo más dinámico y fluido, dandose el caso de que algunas veces coincidía con el Sol y otras... Pués no.

La Luna tenía permitido ser cambiante, por ejemplo, razón por la cuál se mostraba grisacea cuando acompañaba al Sol y contrastadamente luminosa cuando no, pero además la Luna podía ocultarse de las miradas a veces, y en fin un montón de ventajas más.

Podría parecernos un tanto díscola, pero estaríamos cometiendo un gran error, pués la razón de sus "fáciles tareas" es que la más importante estaba todavía por aparecer.

La Luna comenzó sus primeros tiempos haciendole "trastadas" al Sol, se trataba de "Travesuras" que subían un poquito su autoestima con respecto al hermano mayor. Ya saben: hacer bajar y subir las mareas y esas cosas. Pero en el fondo le admiraba y por eso quiso ser tán constante cómo el Rey de los astros.

Nuestra historia no iría a más si no fuese porque la Luna observaba cómo su hermano se empezaba a encontrar indispuesto. Y ahí es dónde Ella comprendió que debía tomar las riendas de la situación.

Poco a poco, en los momentos en que menos se preocupaba por nosotros (aquellos en los que compartia el espacio visible desde nuestro planeta con el Gran Astro) comenzó por preguntarle entre susurros por la causa de sus males, y éste, pués se lo fué contando:

-Las aguas- Decía entre balbuceos- dicen que existe una cosa llamada obscuridad. Yo núnca he visto una cosa obscura.

La Luna le miró estupefacta.

-¿Y ese es tú problema?

-Quiero saber cómo se vén las cosas cuando yo no estoy ahí para mirarlas.

Tanto asombró a la Luna esta declaración que se apiadó profundamente de él.

-Tengo una idea, pero tienes que hacerme una promesa.

-¿Y qué promesa es esa?

-Voy a inventar un nuevo don para tí, pero a cambio, necesito que sigas haciendo tu trabajo cómo acostumbras.

-Eso está hecho, los dones son siempre buenos.

-Necesito que comprendas la diferencia entre los tonos de verdes de aquellos árboles. ¿Puedes verlos?

-Si claro, que tontería.

- Lo que voy a enseñarte es cómo la diferencia entre ese tono y ese otro- Proclamó señalando dos muy parecidos de entre los visibles. - Cuando no estás tú, la diferencia es un millón de veces mayor. ¿Prometes seguir trabajando cómo hasta ahora?

- ¡Si, si, quiero verlo!

Y la Luna eclipsó al Sol, y el Sol, sobre el hombro de la Luna, pudo ver la penumbra.

-¡Increible! - Gritó el Sol retozandose con las pilas puestas- Pero ¿Donde está mi Don?

- Ya te lo he dado: Se llama imaginación. Y he descubierto cuál es el mio. Se trata de la Inspiración.

Y así es cómo, grácias a la Luna, el Sol sigue iluminadonos todos los días.

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