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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Puntos negros



Pilar era una chica recatada, muy honesta y trabajadora, aunque algo tímida. tenía 30 años, si, aún era una chica, pero apenas salía de casa, estaba cansada de que todo el mundo le tomase el pelo. Había quien se metía con su ropa, pero a ella le gustaba, así que bajaba la cabeza y para dentro intentaba decirse que ya tendría más suerte con otras personas, gente que mirase más por quien era ella y menos por su aspecto exterior.
Pero tampoco podía permitirse el lujo de ser quien quería ser, porque, seamos sinceros, tenía miedo; miedo de caer mal, de ser demasiado altiva...
Un día Lorena le invitó a su ático: iba a celebrar una merienda con sus amigas y quería que Pilar la acompañase. Pilar pensaba que aquel escote no era muy alagüeño, que seguramente tomarían alcohol, que tendría que vestirse un poco menos formal. Si tan solo alguien pudiese aceptarla tal cual era seguramente sería feliz. Pero aceptó la invitación.
Se vistió con una camisa divertida, cerrada, pero con dibujitos; unos pantalones cortos, muy cortos, apenas llegaban a sus rodillas; unos zapatos, nada de zapatillas ni de botas, no, unos zapatitos con cinco centímetros de tacón; y se presentó en el ático.
Cuando entró a la fiesta se relajó de inmediato, todas las chicas llevaban ropas parecidas a las suyas.
-Veo que has cambiado de look, te queda genial, ven, te presento a las demás.-Le dijo Lorena.
La tarde se hacía amena, las conversaciones eran ligeras, pero no subidas de tono. Por lo visto eran amigas de hacía mucho tiempo y tenían un equipo de baloncesto, aquel día habían ido a entrenar por la mañana.
El ambiente era muy agradable y nadie parecía tener dobleces, así que se atrevió a tomar un par de cervecitas. Y habría seguido estando genial si nada hubiese cambiado, pero comenzaron a hablar de secretos de belleza y poco a poco iban dandose consejos las unas a las otras. Pilar comenzó a acalorarse, sabía que aquello no era su fuerte. Quedó taciturna.
-Pilar ¿Tienes alergia a las tiritas para puntos negros?- Quiso indagar Lorena.
-Hemm... No. Digo no lo sé, nunca las he probado.
-¿No lo has probado nunca?
-No.
-Pués hoy vas a hacerlo.
Y se la llevaron a una esquina de la gran terraza, allí dónde mejor daba el sol. Le mojaron la nariz entre risas, le aplicaron una tirita pegajosa y la pusieron a secar sobre su cara mientras comentaban- Ya verás, va a ser increible lo que va a salir de tí. -Te quedarás limpia limpia- Tu tranquila que no duele- solo hay que esperar quince minutos-
Y Pilar esperó mientras las chicas seguían dandose trucos.
Todas andaban mirando su nariz, que si aún le faltaba un poco, que si era una sensación peculiar, hasta que decidieron que había llegado el momento.
-Corre Lucía, trae el espejo. Ya verás que bien quedas.
Pilar creyó que aquello dolería, pero no, apenas iba tirando, despacio despacio, debía ser así.
Cuando le mostráron la tira acartonada y completamente seca, cubierta de un abigarrado bosque de pelillos negros, aún estaba agarrandose a la silla.
-¿Que sientes? ¿A que es raro? Te has quitado un peso de encima.
Y si, ciertamente se había quitado un enorme peso. Se sentía bien, oxigenada y libre. Por eso decidió levantarse para mirarse en el espejo.
Había dado apenas dos pasos cuando le inundó la sensación de que algo había cambiado, se sentía flotar, cada vez más. Literalmente. La gravedad había perdido valor para ella y mientras daba el tercero las chicas comenzaron a observar más y más alta a Pilar. Se apartaron del susto. Tanto que nadie pudo remediar la continuación de los sucesos.
-¡Está volando! Pilar está volando.
Y mientras todas la miraban estupefactas, Pilar, comenzó a subir y subir, cada vez más.
-¡Vuelo! ¡Puedo volar!
-¡Pilar no hagas tonterias! ¡Baja con nosotras!
Pero era demasiado tarde. Pilar desde arriba contestaba:
-¡No puedo! ¡No sé hacerlo!
Y desde abajo, entre ellas, un murmullo comenzó su camino.
-¿Te acordaste de ponerle crema hidratante?-Yo no, no sé si llevo en el bolso.-Ostras, ¿Nadie le puso crema hidratante?-Colosal error.
Y Pilar apenas pudo oirlo, mientras se alejaba más y más y más. Para siempre, hacia lo más alto del firmamento.

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