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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Redes: La condena


Jorge, o mejor dicho, su cuerpo, se dirigió a la gran puerta de la gran sala, agarró con naturalidad el pomo alargado, lo giró y atravesó, durante minutos, un largo pasillo con otras puertas similares a la que había abierto; entre ellas, estaban situados los bancos de espera. Al través de aquellas enormes puertas se podían escuchar voces tumultuosas: grandes "oh" y grandes "Castigo, castigo". En los bancos algunas personas sollozaban, tal vez fuesen familiares de acusados, tal vez familiares de víctimas de injurias, la mayoría vestían de distintos tonos de verde.

Era así, la mayoría de los verdes no soportaban vestir los ocres, grises, marrones, negros y blancos, ni siquiera los entre colores aguamarinas, tejas y otros: Necesitaban hacer saber que eran clase verde con toda su nítida ordinariez. No trataban de disimular como las clases bajas, ni tenían el gusto de las clases altas. Salpicando su visión aparecían los guardias, fornidos y altos, de uniforme, con sus gorras, sus porras y sus pistolas activadoras.

Mientras Jorge caminaba, una de las puertas que tenía delante comenzó a abrirse, los guardias cercanos se situaron a ambos lados del gentío, ansioso por regresar a sus quehaceres.

El cuerpo de Jorge se situó junto al banco contiguo, de espaldas a la pared, su cabeza, antes libre, que le había permitido explorar la situación, se tornó gacha y rígida, solamente sus ojos, dentro de la línea de visión del suelo, eran suyos, y aún sabía que, llegadas situaciones determinadas, tampoco le pertenecerían. Deseaba seguir llorando, cómo antes de la activación, pero simplemente no podía, la serenidad de su cuerpo, de su ritmo cardíaco, le permitían pensar y divagar sin impedimento, pero apenas sentir en consonancia.

La mayor parte de aquella gente había salido ya cuando Jorge tornó a tener voluntad sobre su testa. El cuerpo se puso en marcha de nuevo, siguiendo el camino de la mayoría que marchaba frente a él. Su paso era casi jovial, con el paso despreocupado, ágil, pero no rápido, balanceando los brazos alternativamente como si acabase de salir de una fiesta en la que se hubiese enamorado. En los bancos podía avistar miradas de reproche al uniforme de acusado. Afortunadamente sabía que solo era una molestia pasajera. Pronto le asignarían un atuendo entre color difuso e intrascendente, nadie salía de aquellos edificios sin un equipaje adecuado para la reeducación en campo, ni tan siquiera los perpetuos: Las condenas más largas podían llegar a ser reestudiadas.
 
Llegaron al fondo del pasillo, nueve ascensores marcaban bajada, su uniforme se plantó frente al único que marcaba subida. Esperó apenas dos segundos para poder subir; le habían hablado de aquello, de la terrible experiencia de hallarse conectado en red con los artilugios controlados informáticamente; de visionar cómo tu cuerpo se hallaba prácticamente sin obstáculos, pasando pasos de cebra, llegando justo cuando las puertas del transporte público se abren, o llegando a los lugares predestinados en las horas de menor afluencia (gracias a las cámaras de seguridad), tal vez, no fuese tan malo después de todo.
 
El ascensor llegó al último piso, el decimoctavo, Jorge salió, llamó al timbre de la primera puerta a su derecha., ésta se abrió lentamente, se plantó frente a un mostrador sucio y desgastado. Allí una mujer mayor salió a su encuentro.
 
-Veamos que tenemos aquí, tranquilo muchacho, no hace falta que me contestes, la lectora me indicará qué es lo que debo darte.-Dijo la mujer procediendo a pasarle el equivalente a una lectora de código de barras por la nuca- ¡Vaya por Dios! ¡Has tenido suerte!- Prosiguió la voz fuerte y clara de la casi anciana- ¡Eres asignado a un miembro de la red Iris! Ja ja, no sé qué habrás hecho, pero mereció la pena. Humm ya veo tus ojos ditirambos, tranquilo, además tienes modo palabra abierta, eso me permite hablar contigo si quiero, veamos. ¿Vas a estar tranquilo? ¿Nada de ponerte a dar gritos? Bien. Plas Plas- La mujer dio dos palmadas bien audibles- Palabra abierta. Plas plas. -Se oyeron las dos palmadas finales.
 
- Ya puedes hablar conmigo... Puedes hacer la prueba.
 
-Hola buenos días.
 
-¡Hola!
 
-Gracias
 
-De nada. Verás, cómo compañero de miembro de la red Iris vas a tener bastante ajuar de novio, por lo que tendrás que disponer de al menos tres coadyuvantes. El caso es que tardaremos tres horas o así en conseguirlos, porque hoy el edificio no tiene mucho trabajo. No vayas a creer que el sistema está otorgando compañeros a diestro y siniestro.
 
-Tendré paciencia
 
-Si, bueno, supongo que no te va a quedar más remedio que tenerla- Sonrió malévolamente la señora.
 
-El caso es que me aburro, siempre elijo yo la ropa y todo el material asociado. Hoy vas a elegir tú conmigo. Vas a estar con red Iris. ¿Te he dicho ya eso? Para que lo entiendas, no solamente tienes derecho a vestir todos los atuendos, tienes la obligación de elegir uno de cada cómo mínimo, recomendable que al menos diez modelos distintos de azul índigo e iris. El material asociado con tu caso particular está abierto. Parece que puedes elegir los nuevos objetos personales que te parezcan oportunos. Hasta un máximo de tres maletas rodantes. ¡Hey, eso son noventa kilos! ¡Te ha tocado el gordo! ¡Y seguro que cuando te vuelva a palabra cerrada me pides más! Ya verás cómo nos divertimos muchacho.
 
-Si, supongo que si.
 
-No me mires tan compungido, no creo que seas un angelito. Aprovecha que estoy de buen humor y vamos adentro. Te mostraré lo que puedes elegir. Por cierto ¿Prefieres empezar por el vestuario, o te recomiendo material de oficina? Red Iris me suena a eso, no estaría mal escoger unas cuantas libretas que te gusten.
 
-¿Libretas? ¡Si! ¡Quiero comenzar por eso!
 
-Bienvenido a tu condena.

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