Grumitos de nubes se deslizan sobre el cielo, parece que van escoltando al grumo gordo que va en medio y tres tejaduchos grises, moteados de liquen y óxido, han formado su ocre ribera enchimeneada de plomo.
Una fregona descansa roja, apoyada en su verde baranda, en una terraza estrecha, su estirado mocho ambar.
Los platos de las antenas exponen sus varias marcas y las macetas de los geranios compiten en lila y gualda.
Las persianas acaban de despertar al frescor de la mañana, entreabiertos están a la mitad los párpados de las ventanas.
En los tendederos, un par de camisas granates hacen las veces de las legañas.
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