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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

El patio es un cuadrado asfaltado con treinta coches aparcados, a la izquierda un bajo piso pintado de blanco, aumentatado por ladrillos hasta un tejado enchimeneado; tejado que cubre otro patio, es un tejado uralitado; detras otro patio del que no ves sino sus pisos y sus tejados. 

Si miro por el rabillo del ojo terrazas de corrido y de soslayo.

Enfrente cuaro alturas, toldos verdes y rejas lucidas, que tapan media vista dejando nubes arriba.

Después está el árbol que libera la escena partida, inician del tren las vías, la horizontal analogía.

El árbol empieza su patio con casucha y sin techado, por un chatarrero ocupado y un armario desvencijado.


Al frente está Madrid, achicado y bajo, y el parque de San Bernardo y más Madrid imaginado.


Amplio horizonte de suerte, de luces coloreado.


Si miramos a la derecha amplias lonetas forman tres carpas, y un poco rezagada la estación de tren anda, d
os carreteras rondan su entrada y una pequeña casa de carabina la acompaña.

La tarde va acabando cubierta de mantas blancas, no quiere que veamos la justicia del sol que quiere quemarla.


El color salmón, de sus últimas horas, de repente colea su nombre, y una turba de aguas se derrama sobre las llantas.


Los ladrillos desprenden color de fuego, del árbol huelen las hojas secas y las marchitadas. Los humos bajan sus miradas en licuosa forma serpenteada, se los tragan las alcantarillas oxidadas.


Las carpas, antes blancas, del atardecer se vuelven a las miradas, incluido el clamor del tren queda envuelto, afónico y en llamas.


Y lo que antes fué atardecer ahora ennochece color naranja.

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