Un océano casi paralizado, amarillo y crujiente se extiende al frente, una suerte de replicadas superficies de oro y ocre esperando el milagro de un pequeño toque; al fin, yo, creadora, decido obrar la suerte, será cómo incrementar el ritmo de las mareas, cómo acelerar de todo el mundo las olas. ¿Quién sabe que espíritus o que seres se verán afectados por mi juego demente? Mi bota dispuesta da el primer golpe y el excitante sonido se apodera de mi mente, le sigue un segundo de la compañera opuesta, un soplo de viento agita las hojas en la arboleda.
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Mi primer relato
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como Dios
Un océano casi paralizado, amarillo y crujiente se extiende al frente, una suerte de replicadas superficies de oro y ocre esperando el milagro de un pequeño toque; al fin, yo, creadora, decido obrar la suerte, será cómo incrementar el ritmo de las mareas, cómo acelerar de todo el mundo las olas. ¿Quién sabe que espíritus o que seres se verán afectados por mi juego demente? Mi bota dispuesta da el primer golpe y el excitante sonido se apodera de mi mente, le sigue un segundo de la compañera opuesta, un soplo de viento agita las hojas en la arboleda.
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