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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Silenciosos



Hace tiempo que le veo por el barrio. Todo empezó hace un par de años cuando me mudé: le encontré e...n la biblioteca, yo había ido por primera vez, huyendo de mi particular y solitaria jaula, sobre todo porque entre las rejas se filtraban musicas de metalyca y no se podía leer allí; allé estaba, un hombre corriente, ni fornido ni imponente, ni se le podía llamar guapo ni se le podía adjudicar un harén, pero era dulce y sólido en su abstracción. Me dejó intrigada, me pregunté que clase de persona sería. Al día siguiente volví a la misma biblioteca, unicamente para comprobar que allí no se podía leer, pues los chavales del barrio, aprovechando la poca seriedad del personal, se dedicaban a juguetear con móviles y a comer palomitas; antes de irme miré a mi alrededor, él no estaba. ¡Intenté quedarme en casa! pero después de una aterradora semana de Ramnsteim salí aterrorizada en busca de una cafetería donde poder descansar mi alma sobre un pedacito de la historia interminable. Entre en una, la primera, y comencé a leer; cuando vino la camarera levanté la vista he hice mi pedido, justo en la mesa de enfrente estaba él, al poco rato se levantó y se fué, unos ancianos estaban jugando al dominó, ya sé que parece extraño, pero es cierto, jugaban al dominó. Al día siguiente volví, los ancianos seguían allí, era imposible leer. Traté de poner algo de música en mi casa, creo que puse algo de Vangelis, pero contratacaron con extremo duro. Renuncié, salí a pasear y me fuí directa al parque. Allí volví a encontrarle, otra vez con su librito. Me puse a leer, cada vez más intrigada por el destino del personaje... de dos personajes en realidad. Llevaba unas diez páginas leidas cuando vi que el de la realidad se levantaba de su banco y se iba, dos perros se peleaban, levanté la vista y observé que todo el parque estaba en realidad lleno de caca de perro, no dice mucho a favor de los vecinos la verdad. Y fueron pasando así los meses, las músicas, los libros... una vez dejé de verle, en realidad poco me extraña, me iba a casa de una amiga, que tambien lee mucho y nos poníamos el ventilador para conseguir ruido blanco que amortiguase los ruidos de la vida cotidiana. Hasta hace cuatro meses, entonces le volví a encontrar, iba yo a comprar al mercado cuando me fijé en una lavandería, allí leyendo... No me decidí enseguida, tardé como cosa de un mes, estaba con los límites del conocimiento humano de Bertrand Russell y no lo pillaba, de vez en cuando en casa de mi amiga se escuchaba una canica del piso de arriba; total que me mudé a la lavandería. Me fijé que él nunca lleva ropa que lavar, no importa, yo tampoco, ni mi amiga, ni su cuñada, ni el vecino del quinto... Somos silenciosos, no queremos romper la magia.

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