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Mi primer relato

Según algunos, en las antiguas tradiciones de Australia, el hombre está hecho para cantar, esa es su funcion, y por eso tienen las letras...

Atravesado



El lugar de donde vengo casi nadie lo conoce, pocos hemos logrado sobrevivir y la mayoría de los que lo han hecho no lo han conseguido hacer sin pagar un precio. El infierno o el purgatorio están hechos para los muertos, los que se embarcaron con ese temido destino o se quedaron allí o perdieron la cordura. Aún así lucho, día tras día, con mi consciencia, convenciéndome de que, después de aquello, estoy efectivamente de regreso. El porqué acabamos allí, tan lejos de todos, es algo que habría que contar de manera individual, personalmente no puedo embarcarme en tal tarea sin aumentar el sufrimiento; quizás fuese el destino, me conformaré con eso. El alma humana, en el submundo, es testigo y objeto de mil delirantes torturas, la obscuridad comienza por vestirla, para empaparla después y añadirla a su propia y particular densidad viscosa. Pero algunas veces... algunas veces es posible escapar de ella; impermeabilizarse el alma, hacer una balsa con los sentimientos reales e imaginados y esperar a que la burbuja así formada le devuelva a la orilla. El camino de vuelta, es largo, triste y sombrío. Cuando uno se relaja y asoma en su esperanza, si aún se halla en aquellos territorios, sufrirá la furia de lo tenebroso en un torbellino que anegará lo poco que quede de su ser. Hay pues que esperar y esperar y seguir esperando, nadie sabe hasta cuando. Lo que si que sé es que, una vez pasada la frontera, al contacto con la realidad, todos esos sueños, todos esos sentimientos, impregnados, solidificados en la lucha... al tocar tierra, se quiebran. Toca mirar al frente entonces, ver otro sol, tocar otra música, vestir otras ropas. Saber lo que pasó está tan lejos de la mirada que sería como intentar atrapar, con las manos, las tierras del otro lado del océano desde la orilla contraria. Rezo para que esta orilla sea también la correcta.

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